Por Casilda Mercedes.

A raíz de los acontecimientos climáticos del 4 de noviembre de 2022 y de los del 18 de noviembre de 2023 respectivamente, así como, recientemente lo acontecido este pasado jueves 4 de julio, los cuales se han caracterizado por inundaciones urbanas, mismas que dejaron a su paso grandes pérdidas materiales y lo más importante a nuestro parecer, las pérdidas de seres humanos  en su primera ocasión, de igual modo, los embotellamientos históricos, esto sin considerar el estrés y la ansiedad generada en los conductores que ven como minuto a minuto las calles se vuelven grandes masas de agua, las cuales amenazan su seguridad física.

Es en este contexto, es que llegó a la mente de esta servidora, el recuerdo de su reciente inmersión en la obra de Harald Welzer, “Guerras Climáticas”, donde se encontró nuevamente atrapada, pero esta vez en un viaje inquietante a través de la historia y el futuro de la humanidad. Se advierte como, Welzer con su prosa incisiva, nos lleva de la mano hacia un abismo donde la violencia y la destrucción se alzan como soberanas. Sin embargo, lo más inquietante no es la novedad de nuestra autodestrucción; sino, es la constante que ha marcado nuestro camino desde los albores de la civilización.

Cabe señalar que, en su obra «Guerras Climáticas», Harald Welzer nos embarca en un viaje escalofriante a través de la historia y el futuro de la humanidad, donde la violencia y la destrucción reinan supremas. El autor nos confronta con la cruda realidad de que nuestro comportamiento autodestructivo no es algo nuevo, sino una constante que ha marcado nuestro camino desde los albores de la civilización.

MATAR AYER

Podría advertirse que el objetivo principal del autor en esta porción del escrito, reside en mostrarnos que la conducta autodestructiva del ser humano, es tan antigua como su origen. Resulta muy interesante observar que pese a que los denominados depredadores (animales no racionales) han existido en el planeta desde hace más de 500 millones de años, la realidad es que la brutalidad y falta de razonamiento lógico, a falta de otros adjetivos superan con creces el ejercicio de la violencia ejecutada por los animales, quienes como sabemos carecen de toda conciencia.

A continuación, desde el inicio de este capítulo se detallan la vinculación existente e innegable entre los hechos climatológicos y las respuestas violentas que las culturas antiguas otorgaban a situaciones impredecibles que responden a la voluntad de la naturaleza, así como, a otros hechos ocasionados por la mano humana pero que increíblemente, ellos eran incapaces de advertir.

Como ejemplo de lo anterior, puede citarse las series de acontecimientos naturales como el paso por la tierra del cometa Halley o catástrofes como terremotos y epidemias que envolvieron al Antiguo Imperio Romano de Oriente en una especie de presagio de final apocalíptico del mundo, y esta creencia incentivada por “eruditos” cristianos llevaron a la población a sumergirse en una espiral de miedo y pánico, donde la sensación de amenaza constante era lo cotidiano, además de normalizar la ocurrencia de los hechos de violencia que padecían a manos de los búlgaros y ostrogodos y sus constantes incursiones.

MATAR HOY: ECOCIDIOS

“La carne de tu madre me cuelga entre los dientes” es la frase inicial con la que el autor da inicio al capítulo, sin lugar a dudas, este gancho narrativo como recurso literario despierta nuestra curiosidad por saber de qué se trata, qué es lo que sucederá y cómo se desarrollará el contenido de esta sección.

Este capítulo muestra la triste realidad acontecida en la isla de Pascua, donde fruto de la deforestación o tala indiscriminada, se modificó gravemente el ecosistema de la isla y esto desencadenó en la pérdida del hábitat de especies nativas que servían a su vez de alimento, además de la extinción de las plantas de palma que se usaban para realizar los refugios contra fenómenos como los huracanes, encender el fuego para el calor en el invierno, preparar alimentos, en la fabricación de canoas resistentes para la navegación en mar abierto y la movilización de las famosas y gigantescas estatuas de piedra que fueron esculpidas por los nativos.

Englobando, de lo expresado anteriormente se concluye con la evidencia antropológica de la práctica del canibalismo por parte de los habitantes, se advierte que producto del daño al ecosistema y la escasez de recursos se suscitaron guerras internas que produjeron una merma significativa de la población, y que aquellos que lograron sobrevivir estuvieron tristemente resguardados en cuevas bajo tierra y otros fueron vendidos como esclavos por traficantes peruanos.

Por otra parte, se exponen conceptos y narran hechos que involucran a los refugiados climáticos que son diferentes a los refugiados tradicionales, la limpieza étnica y campañas genocidas propiciadas por algunos Estados, y como los perpetradores de las matanzas se justifican y están convencidos en su psiquis de que han hecho lo correcto porque existía una amenaza que no necesariamente era real pero es lo que correspondía hacer. Se hace especial énfasis en los daños medioambientales y genocidios ocurridos en Ruanda, Darfur, Vietnam y Afganistán.  

Además, se insta a la creación de un Tribunal Ambiental Internacional como medio para para la protección del medioambiente con ocasión de los conflictos armados. Finalmente, el texto nos toca muy de cerca cuando describe nuestro país como un lugar turístico-paradisíaco, el cual para el año 2006 ocupaba la posición número 48 del ranking mundial de los países que corren el riesgo de fracasar, siendo considerado como un Estado fallido.

El centro de estudio estadounidense Fund for Peace (Fondo por la Paz) emite anualmente el Índice de Estados Fallidos (Failed States Index). Clasifica a los países basándose factores como la presión demográfica creciente, movimientos masivos de refugiados y desplazados internos; descontento grupal y búsqueda de venganza, huida crónica y constante de población; desarrollo desigual entre grupos; crisis económica aguda o grave; criminalización y deslegitimación del Estado; deterioro progresivo de los servicios públicos; violación extendida de los Derechos Humanos; aparato de seguridad que supone un «Estado dentro del Estado»; ascenso de élites faccionalizadas e intervención, de otros Estados o factores externos

MATAR MAÑANA: GUERRAS PERMANENTES, LIMPIEZAS ETNICAS, TERRORISMO, DESPLAZAMIENTO DE LAS FRONTERAS

¿Será cierto que el destino del planeta conjuntamente con la humanidad es perecer producto de su propia naturaleza y cultura violenta?

El autor nos señala que gran parte de los Estados del mundo moderno, y de igual manera, uno de sus componentes principales como lo es la estabilidad política, considerada como uno de los pilares de la democracia, han sido cimentados bajo la base del uso de la violencia y el derramamiento de sangre, hace notar además que la violencia se presenta como la alternativa más viable y de hecho se interpreta como normal y natural en la solución de los conflictos y controversias.

De lo pasado, el autor hace referencia directa a la predisposición del ser humano a la conducta violenta, aunque también lanza un pequeño zarpazo en forma de crítica al hecho de que la gran mayoría de los conflictos bélicos generados a partir del 1945 se han producido fuera de América del Norte y Europa (específicamente en África, Asia y Oriente Próximo y Medio) lo que ha llevado a pensar a los ciudadanos de esas regiones que esta problemática sólo se concibe dentro de otras sociedades.

Actualmente nos enfrentamos al dilema que compone saber que tan sangrienta será la próxima gran guerra, que según expertos y el autor coincide será por el dominio de los recursos naturales, de hecho, el texto establece que para el año 2050 cerca de entre 2.000 y 7.000 millones de personas sufrirán la escasez del preciado líquido que, es el agua. Además, se hacen referencia a las fuentes hídricas que se han visto grave e irrevocablemente afectadas en su composición como el lago Chad y el mar de Aral, lo que también ha afectado los límites territoriales y fronterizos de las naciones que les rodean. De igual forma, llama a preocupación el derretimiento de los glaciares y la elevación del nivel del mar producto del calentamiento global.

Ante todo, cabe destacar que las naciones consideradas superpotencia se han situado militarmente, reclamando además extensas áreas de terreno como por ejemplo el caso de Gran Bretaña y su reclamo de 1 millón de km2 de la Antártida, acción que encontró el rechazo de Argentina y Chile; esto solo puede ser un presagio cruel de lo venidero. Máxime que el presidente de Rusia Vladimir Putin, quien dijo con respecto a la ocasión de una tercera guerra mundial que: “el miedo al exterminio mutuo siempre ha contenido a los actores internacionales”. Todo parece indicar que la soberbia humana ideará nuevas formas de practicar la guerra y creará nuevos actores para tales fines, de tal suerte que lo establecido por Münkler sobre las guerras asimétricas o privatización de la violencia será lo tradicional en el siglo XXI.

Finalmente, ya sea por la extracción incontrolada de recursos naturales, como establece el texto o por la escasez y contaminación del agua, el envenenamiento del suelo, la deforestación y la contaminación del aire, además de las catástrofes de índole tecnológico, natural y social. La realidad es que, el futuro luce incierto e impredecible, difícil de controlar, y esto es casi seguro que generará el descontento de las poblaciones que más sienten sus efectos, lo cual podría ser la llama para el caos y la anarquía.  Sin embargo, pese a todo persiste una última esperanza, que radica en la relación actual-futura generación, donde los grupos de poder y de decisión muestran el camino de la resolución pacífica y la cooperación interestatal y donde sobre todo predomine el bienestar común y la dignidad humana. Al menos esos son nuestros deseos y lo que nos gustaría creer.

Bibliografía

Welzer, H. (2010). Guerras climáticas Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI. Madrid: Katz Editores.