Rusia está luchando por mantener viejas alianzas en el Sur Global debido a su guerra contra Ucrania. La ambivalencia argentina en su apoyo a Ucrania, y las elecciones generales de 2023 subrayan la incertidumbre en la relación entre Buenos Aires y Moscú.
POR DENIS CENUSA
La política exterior de Argentina y sus futuras relaciones con Rusia dependerán del resultado de las próximas elecciones de noviembre. En la última votación, la mayoría de los votos, el 36,7%, fueron a favor del candidato que representa al actual régimen peronista de izquierdas, Sergio Massa, que ocupa el cargo de ministro de Economía desde agosto de 2022. El segundo candidato, Javier Milei, es un ultraliberal a menudo etiquetado como “anarcocapitalista” debido a sus políticas económicas. Si gana Massa, es probable que no cambie la estrategia actual, caracterizada por la “incertidumbre estratégica” respecto a Rusia, influida por la evolución de la guerra en Ucrania.
Por el contrario, si Milei sale victorioso, podría provocar claras alteraciones en las relaciones con Rusia. Milei ha expresado un fuerte antagonismo hacia China, Rusia y Brasil, lo que sugiere una posible congelación de los lazos con estas naciones. Sin embargo, sus simpatías hacia Donald Trump podrían hacer que sus opiniones fueran más aceptables para Vladimir Putin. La posibilidad de tal resultado se ve reforzada por la declaración de Trump sobre el fin de la guerra en Ucrania si es reelegido en 2024, un sentimiento que fue recibido positivamente por Putin. Existe la percepción de que, bajo el liderazgo de Trump, Estados Unidos podría ejercer una presión significativa sobre los ucranianos, empujándoles potencialmente a aceptar un acuerdo de paz favorable a Rusia.
Por parte de Rusia, las intenciones relacionadas con la política exterior hacia Argentina están mucho más claras. Junto con el continente africano y otros aliados repartidos por Asia Central y el Sudeste Asiático, Rusia valora el diálogo político-diplomático con Argentina. Moscú ha respaldado la propuesta de ampliar el BRICS invitando a Argentina y a otras cinco naciones del Sur Global a unirse a la plataforma en agosto de 2023. Antes de lanzar una guerra a gran escala contra Ucrania en febrero de 2022, Moscú y Buenos Aires estaban a punto de profundizar la asociación estratégica, establecida en 2008. Este objetivo no es ahora una prioridad urgente para ninguno de los dos. Los movimientos de Rusia se ven limitados por las sanciones y la reducción de los recursos financieros necesarios para mantener la maquinaria bélica y preservar la estabilidad sociopolítica interna. El actual gobierno de Argentina no tiene una política clara hacia una Rusia que agrede militarmente a sus vecinos.
Durante el primer año de la guerra en Ucrania, la posición de Argentina hacia Rusia fue bastante ambivalente. En alineación con unos 140 países más, Argentina condenó la agresión militar rusa contra Ucrania a través de las resoluciones adoptadas por la Asamblea General de la ONU en cuatro ocasiones. La última resolución de febrero de 2023, que Argentina también ha apoyado, exigía la retirada de las tropas rusas de Ucrania.
Por otro lado, la posición política de Argentina ha sido contraria a alinearse con las sanciones occidentales, ni en lo económico ni en otros ámbitos, desde el inicio de la guerra. Los partidos de la oposición del país sudamericano han instado al gobierno de coalición, liderado por el Frente de Todos, a prohibir los medios de propaganda rusos. Sin embargo, RT Argentina se emite sin restricciones. Esta petición no contó con el apoyo de la coalición gobernante, que considera la sanción de los medios rusos, independientemente de su participación en la campaña de desinformación en el Sur Global, como una violación de la libertad de expresión. La decisión de no sumarse a las sanciones puede estar motivada por los contactos políticos previos de la actual vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que durante su mandato presidencial (2007-2015) mantuvo estrechos contactos tanto con Dmitry Medvedev como con Vladimir Putin. Junto al rechazo de las sanciones, Argentina aboga también por la paz, sin tener en cuenta las condiciones imperativas para Ucrania, que se refieren a la integridad territorial, la desocupación militar (incluida Crimea) y el castigo de los crímenes de guerra, cometidos por el Estado ruso.
De la soberanía de las islas Malvinas a la guerra en Ucrania
Argentina mantiene una relación bastante compleja con Rusia, que sabe aprovecharse de aquellos países en los que Occidente está envuelto en disputas territoriales. En el caso de Argentina, la soberanía sobre las islas Malvinas (con una población de 3.200 y una superficie de 12.173 km²) en disputa con Reino Unido es una cuestión delicada, congelada tras la guerra de 74 días de 1982 en la que las fuerzas británicas derrotaron a Argentina. Desde entonces, Rusia ha mostrado un apoyo constante a la reivindicación argentina de los derechos sobre las islas por su proximidad inmediata en el Atlántico Sur. En términos jurídicos y técnicos, las autoridades británicas administran los territorios, pero el derecho internacional no los reconoce como parte de Reino Unido. Tras lanzar una guerra a gran escala contra Ucrania, Rusia ha llamado la atención sobre las disputas sobre las islas Malvinas en varias ocasiones tratando de desacreditar al Reino Unido. Al animar a Argentina a obtener la autoridad sobre las islas, Rusia podría tener como objetivo crear tensiones y reavivar viejos conflictos para distraer al Reino Unido de su oferta de ayuda militar y político-diplomática a Ucrania.
En abril de 2022, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, subrayó que debían reanudarse las negociaciones entre Argentina y Reino Unido para resolver la disputa territorial por medios pacíficos y de acuerdo con las resoluciones de la ONU. En 1982, la resolución 502 del Consejo de Seguridad de la ONU instaba a las fuerzas argentinas a retirarse de las islas, reconocía que Argentina invadió y pidió a Londres y Buenos Aires que resolviesen el conflicto por medios pacíficos. Durante la votación de la resolución, la URSS, junto con China, Polonia y España, se abstuvieron, y Reino Unido recibió el apoyo de un total de 10 votos. Los dirigentes rusos parecen estar desencadenando y explotando deliberadamente la memoria histórica y el orgullo nacional de Argentina al utilizar el discurso sobre la disputada legalidad del control británico de las islas.
Durante la celebración de la victoria de la selección argentina de fútbol en el Mundial de 2022 en Qatar, el vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev, subrayó que “las Malvinas son argentinas”, acusando a la parte británica de “hipocresía”. Medvédev también respaldó la decisión de Argentina de retirarse del acuerdo Foradori-Duncan, firmado con Reino Unido en 2016 durante el gobierno del expresidente argentino prooccidental Mauricio Macri. La parte argentina ha dado por terminada su participación en el acuerdo, durante la cumbre del G-20 en India en marzo de 2023, argumentando que favorece a Reino Unido y no está alineado con la estrategia de integración de las islas dentro de la jurisdicción nacional de Argentina.
Aunque Rusia muestra su posición indiscreta a favor del reclamo argentino sobre las Malvinas, probablemente se sienta incómoda con el discurso oficial de Buenos Aires. Mientras solicita que se le restituya su soberanía sobre los territorios marítimos, Argentina insiste en que ésta correspondería a la frontera nacional anterior a 1883, cuando Reino Unido instauró su control sobre las islas. La diplomacia argentina menciona que la guerra rusa contra Ucrania es un asalto que viola la integridad territorial, recordando a Occidente que Argentina se habría enfrentado a un comportamiento similar por parte de los británicos. Refiriéndose al caso ucraniano, Argentina busca utilizar el contexto geopolítico mundial para presionar a Reino Unido, señalando el “doble rasero” de Occidente y revisando el statu quo de las islas. Los debates sobre la implicación de la OTAN en los asuntos de las Malvinas, que aún no se han materializado en ninguna posición oficial concreta de la organización, podrían estar acercando a Argentina a Rusia y China. Ambos critican cualquier forma de expansión de las acciones de la OTAN más allá de la dimensión transatlántica y actúan para socavar la alianza atlántica.
Política interior y política exterior
La relación bilateral se vio afectada por la dinámica de poder interna de Argentina y el contexto geopolítico.
La transición de las fuerzas impulsadas por el populismo, el intervencionismo estatal y el anticapitalismo bajo la fuerte influencia del “peronismo” (o “justicialismo”) a un periodo más breve de fuerzas políticas liberales y orientadas al mercado tuvo un impacto en la elaboración de la agenda de política exterior. Así, Argentina desarrolló fuertes vínculos con Rusia cuando las fuerzas que giraban en torno a Cristina Fernández de Kirchner estaban en el poder. Durante ese periodo, se negoció y firmó la “asociación estratégica integral” bilateral en 2015. La nueva mejora cualitativa en las relaciones bilaterales implicó la cooperación en el campo de la energía nuclear, y la sincronía espacial y diplomática con Argentina por el estatus de Malvinas.
Cabe destacar que Buenos Aires consensuó con Rusia las negociaciones de paz con Ucrania sobre la región del Donbás (controladas por Rusia) en el marco de los Acuerdos de Minsk, mientras que las mismas iniciativas contaron con el apoyo de Alemania, Francia y otros actores internacionales. La “asociación estratégica” quedó en gran medida relegada durante los primeros años de gobierno del occidental Mauricio Macri, que tuvo que diversificar su agenda exterior durante la presidencia de Donald Trump en EEUU en 2017.
Las relaciones bilaterales entre Argentina y EEUU se personalizaron mucho entre Macri y Trump, que se conocen desde finales de los años setenta. Las intenciones de Macri de “abrir” el país a Occidente, a través de la ventana estadounidense, tras dos mandatos con los peronistas en el poder, se enfrentaron al enfoque transaccional de Trump, incluyendo polémicos favores. Aquello explicó que se mantuviera el diálogo estratégico con Rusia, pero con más perspectivas en el terreno económico que en el político. Bilateralmente, las exportaciones rusas se duplicaron en 2018, mientras que la liberalización comercial entre ambos países se ligaba al futuro desarrollo de los regímenes comerciales entre la Unión Económica Euroasiática y MERCOSUR (El Mercado Común del Sur), sobre la base del memorando de entendimiento bilateral firmado en diciembre de 2018.
La continuación de la vieja política hacia Rusia se reanudó tras el regreso de los “peronistas” al poder en 2019. Al menos esa era la intención de Argentina, expresada con enorme entusiasmo por su presidente Alberto Fernández, durante la visita a Moscú en febrero de 2022, solo un par de días antes de que Rusia lanzara la guerra contra Ucrania. El periodo de la pandemia (2020-2021) no fue fácil para la cooperación bilateral, a pesar de la vuelta de los peronistas al poder. Aunque Argentina fue uno de los primeros países en aprobar la vacuna rusa Sputnik V, se quejó de los retrasos en el suministro de la cantidad de vacunas adquiridas. Argentina amenazó incluso con romper el contrato si Rusia no suministra las vacunas prometidas. En julio de 2021, solo el 12% de la población estaba vacunada con el calendario completo, y el 37% (6 millones de personas) esperaba la segunda dosis. En total, el Fondo Ruso de Inversión Directa no suministró a Argentina unos 18 millones de vacunas, mientras que prometió 25 millones de dosis en diciembre de 2022 (a 19,9 dólares por unidad).
Las limitadas capacidades productivas y los problemas relacionados con el transporte aéreo empujaron a Rusia a aceptar la construcción de capacidades en suelo argentino (abril de 2021). Se trataba de un compromiso mínimo para no agriar el éxito inicial de la diplomacia rusa en materia de vacunas en Argentina. Sin embargo, debido a los retrasos rusos, la oposición argentina (“Juntos”) consiguió forzar al partido gobernante a revisar la legislación que permitía las donaciones de vacunas occidentales de Pfizer y Moderna por razones de seguridad para la salud pública.
Los choques de la guerra en Ucrania y la creciente diáspora rusa
Aunque Argentina se ha puesto del lado de Ucrania durante la condena internacional de la agresión militar, no se ha sumado a las sanciones occidentales. A Rusia esto parece bastarle para calificar a Argentina como “un amigo verdadero”. En la medida en que los países occidentales no puedan cooptar a Argentina, creando un precedente para la región de América del Sur y el Caribe, a Rusia no le importa que Buenos Aires recurra a la guerra de Rusia contra Ucrania como argumento contra Occidente en relación con las Malvinas. Al mismo tiempo, la profundización de los lazos bilaterales que se buscaba antes de la guerra ha quedado en la sombra, al menos temporalmente. Argentina tiene otras prioridades geopolíticas. Rusia tampoco señala tal intención en su nuevo Concepto de Política Exterior, publicado en marzo de 2023. El documento no menciona a Argentina en absoluto mientras que se refiere al objetivo ruso de profundizar la cooperación con Brasil y otros países de la región.
El éxodo masivo de rusos al extranjero debido al reclutamiento de la población masculina para luchar en Ucrania y las consecuencias de las sanciones económicas parecen molestar a Moscú. Pero la huida de la población descontenta parece una opción mejor para las élites rusas que ver cómo el pueblo se echa a la calle para derrocar el régimen de Putin. Esto significa que la creciente diáspora de rusos en Argentina es un mal menor para Rusia, sobre todo teniendo en cuenta que la propaganda rusa se difunde libremente en el país, conteniendo las voces críticas. Esto sucede mientras Argentina, que participa en el programa de refugiados de la ONU (ACNUR), recibe refugiados ucranianos. La presidencia argentina sugirió al parlamento establecer el programa “Puente de la Fraternidad Argentina-Ucrania” en diciembre de 2022. Existen decenas de asociaciones ucranianas que operan en toda Argentina, creadas por ucranianos que llegaron hace 80 años, incluso tras el colapso de la URSS en la década de 1990. Según algunas cifras, durante las anteriores oleadas de emigración, hasta 400.000 ucranianos se establecieron en Argentina. Las autoridades argentinas han concedido un estatus de protección de 3 años a los refugiados ucranianos y a sus familiares directos, tras lo cual pueden solicitar la residencia permanente.
La diáspora rusa en Argentina cuenta con unas 300.000 personas, casi tan numerosa como la formada por ucranianos étnicos. La nueva oleada de rusos no son refugiados, sino que huyen de un modo u otro de la guerra rusa contra Ucrania. Según algunas estimaciones, 22.000 viajaron a Argentina, pero solo alrededor del 40% se quedó. Un importante punto de atracción para los rusos es el derecho de los recién nacidos de padres extranjeros a adquirir la ciudadanía argentina, además de la agilización de los trámites para la expedición de las ciudadanías de los padres. Los pasaportes argentinos permiten viajar sin visado por 170 países. Desde el inicio de la guerra rusa contra Ucrania, especialmente en la segunda mitad de 2022, más de 10.500 mujeres rusas embarazadas han entrado en Argentina. Las fuerzas del orden argentinas pusieron en marcha varias investigaciones para evitar que la trama del “turismo de natalidad” abuse de una legislación laxa y de la Constitución de 1853, favorable a la inmigración.
Los rusos que llegan a Argentina, estén o no implicados en el “turismo de natalidad”, pueden encontrarse con problemas financieros porque sus ahorros o incluso su fuente de ingresos permanecen en Rusia. Para transferir el dinero, algunos de ellos abren cuentas bancarias en Georgia y otros países, desde donde se realizan transferencias a países de la UE o a EEUU. Así, los rusos en Argentina confían en sus parientes de Occidente para que envíen el dinero a Argentina como destino final. Solo así los rusos pueden obtener divisas y llevar una vida digna, evitando los costes inflacionistas, muy elevados en Argentina (más del 100% en febrero de 2023).
La dinámica de la diáspora rusa es uno de los ecos de las consecuencias de la guerra rusa contra Ucrania. Argentina es cautelosamente selectiva en su política hacia Rusia. Aunque no se acepte el “turismo de nacimiento” y Buenos Aires apoye a los refugiados y la integridad territorial de Ucrania, sigue sin considerar que la aplicación de sanciones contra Rusia sea beneficiosa para detener la guerra. El enfoque pro-paz de Argentina conviene a Rusia, que, sin embargo, está luchando por mantener viejas alianzas en el Sur Global.
Fuente Política Exterior.