Para la OTAN, Turquía es un miembro incómodo. Siempre ha priorizado sus intereses nacionales, aunque empeoren la relación con Occidente. La desconfianza turca hacia la Alianza Atlántica y el acercamiento de Erdoğan a Putin han provocado tensiones con Estados Unidos que van a continuar.
La membresía de Turquía en la OTAN ha sido problemática, ya que el país siempre ha priorizado sus intereses nacionales, incluso si eso ha deteriorado sus relaciones con Occidente. La desconfianza de Turquía hacia la Alianza Atlántica y su acercamiento a Rusia bajo el liderazgo de Erdoğan han generado tensiones continuas con Estados Unidos.

Históricamente, Turquía ha sido un aliado clave para la OTAN desde su ingreso en 1952. Durante la Guerra Fría, desempeñó un papel fundamental en la guerra de Corea y la crisis de los misiles de Cuba. Además, alberga una de las principales bases militares de Estados Unidos fuera de su territorio, la base de Incirlik, donde se encuentran estacionados 5.000 militares estadounidenses y cincuenta cabezas nucleares. Gracias a su posición estratégica en la intersección de Oriente Próximo, el Cáucaso, los Balcanes y el mar Negro, Turquía es un socio estratégico importante para la Alianza, siendo poseedor del segundo ejército más grande después del de Estados Unidos.
Sin embargo, la relación entre Turquía y la OTAN se ha deteriorado en los últimos tiempos. Uno de los puntos de conflicto más recientes ha sido el veto turco a la entrada de Suecia y Finlandia en la Alianza. Además, han surgido desacuerdos relacionados con la guerra en Siria, y una parte significativa de la población turca cree en teorías de conspiración que sugieren la supuesta participación de Estados Unidos en el intento de golpe de Estado de 2016. Estos factores han llevado a Turquía a estrechar sus lazos económicos y militares con Rusia, ignorando las críticas provenientes de Estados Unidos. A pesar de ser miembro de la OTAN durante setenta años, en la actualidad el 65% de los turcos desconfían de la Alianza y muchos muestran una mayor inclinación hacia Moscú que hacia Occidente.
Turquía desconfía de Estados Unidos
Estados Unidos ha demostrado una falta de comprensión de que Turquía siempre defenderá sus intereses nacionales, incluso en contra de los intereses de la OTAN. Un ejemplo destacado fue la invasión de Chipre en 1974, en la cual Turquía ocupó la mitad de la isla con el objetivo de proteger a la minoría turca. En respuesta, la Casa Blanca impuso un embargo de armas en 1975, lo que generó un aumento del sentimiento antiamericano en Turquía. Actualmente, ese sentimiento alcanza niveles históricos, ya que los turcos consideran que Washington no respeta sus intereses nacionales. Según una encuesta de 2022, solo el 14% de los turcos considera a Estados Unidos como un «Estado amigo», mientras que un 42,7% lo percibe como una amenaza.
Al mismo tiempo, el 41,7% de los turcos considera que el terrorismo del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) es el principal problema en la política exterior turca. Esto ha generado desconfianza hacia la OTAN debido al apoyo estadounidense al grupo kurdo sirio YPG, que es aliado del PKK. Sin embargo, este no es el único motivo de tensión. Desde 1999, Estados Unidos ha acogido a Fetullah Gülen, líder del movimiento Hizmet, un grupo islamista cuyos seguidores en las instituciones turcas estuvieron involucrados en el fallido golpe de Estado de 2016. Gülen y el presidente Recep Tayyip Erdoğan habían sido aliados hasta 2013, pero su relación se rompió y los seguidores de Gülen fueron considerados terroristas en Turquía tras el intento de golpe.
La presencia de muchos gulenistas exiliados junto a su líder es vista por muchos turcos como evidencia de la complicidad estadounidense. Las tensiones alcanzaron su punto máximo cuando Turquía encarceló al pastor estadounidense Andrew Brunson en 2016 en un intento de intercambiarlo por Gülen. Esta maniobra provocó una crisis diplomática con Estados Unidos, y Turquía finalmente liberó a Brunson en 2018. Las autoridades turcas también han promovido teorías de conspiración sobre la supuesta participación estadounidense en las revueltas populares de Gezi en 2013 y en el golpe de Estado de 2016, lo que ha alimentado el sentimiento antiamericano en el país.
Otros incidentes han demostrado que Turquía está adoptando un papel cada vez más independiente y rara vez alineado con la OTAN. En 2017, Ankara adquirió los sistemas de defensa antiaérea S-400 de Rusia, lo que llevó a Estados Unidos a imponer sanciones en 2020 y a negarle a Turquía la compra de los aviones de combate F-35. Turquía también ha vetado la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN y mantiene tensiones militares constantes con su vecino, Grecia, otro miembro de la Alianza.
El balance turco pasa por Moscú
La desconfianza hacia la OTAN ha llevado a Turquía a acercarse a Rusia. Lo paradójico es que le temía desde la época otomana: se enfrentaron en cinco guerras durante el siglo XIX, y el miedo a un posible intento de la Unión Soviética de hacerse con el Bósforo y Dardanelos impulsó a Turquía a unirse a la Alianza. Incluso se enfrentaron en la guerra de Corea (1950-1953), la única fuera de Oriente Próximo en la que Turquía ha participado. Sin embargo, Ankara entendió que no podía ignorar a Moscú y en los años sesenta y setenta dio inicio a una cooperación económica que Estados Unidos desaprobó.
Las relaciones entre Turquía y Rusia se estabilizaron ya en el siglo XXI, con Erdoğan en el poder. Pero han evolucionado en los últimos años. El apoyo ruso a Bashar al Asad en Siria, el derribo del caza ruso por parte de Turquía en 2015 o el asesinato del embajador de Rusia en Estambul en 2016 empujaron a Erdoğan a reconstruir sus relaciones con Vladímir Putin. Y empezaron a cooperar para evitar males mayores: Rusia levantó las sanciones por el derribo del caza, han colaborado en las conversaciones de paz siria en Astana y han apoyado al presidente venezolano Nicolás Maduro, también enfrentado con Occidente.
La cercanía entre Turquía y Rusia se ha ratificado con la guerra en Ucrania. Ankara hace equilibrismo: ha condenado la invasión rusa, pero evitando imponer las sanciones requeridas por la OTAN, mientras profundiza sus relaciones económicas con Moscú. En un año Turquía ha duplicado su volumen comercial con Rusia, ha comenzado los planes para convertirse en un centro para distribuir gas ruso y ambas partes han colaborado para construir la mayor central nuclear turca. Además, Ankara consiguió mediar entre Ucrania y Rusia para el acuerdo del grano, que legitimó a Erdoğan como puente entre Moscú y Occidente.
Aun así, Turquía tiene un pie puesto en la OTAN. Actúa en el marco de la organización y apoya la integridad territorial ucraniana. Además, ha contribuido con armas y material militar y ha aplicado el tratado de Montreal bloqueando el paso de vehículos militares por los estrechos del Bósforo y Dardanelos. Pero esto no ha evitado que Rusia transfiera armas desde el Mediterráneo al mar Negro a través de Turquía ocultándolas en barcos mercantes ante los ojos de un Erdoğan permisivo.
Chantajes y pragmatismo: geopolítica a la turca
Desde su fundación como república moderna en 1923, Turquía ha buscado ser una potencia independiente, defender sus intereses y mantener su presencia regional. Erdoğan lo ha llevado al extremo en la última década con una política pragmática y cortoplacista. Los chantajes hacia la OTAN han causado fricciones constantes. Las incursiones en Siria e Irak contra los kurdos, aliados de Estados Unidos, el apoyo militar a Azerbaiyán en el conflicto con Armenia y la participación en la guerra de Libia son otros ejemplos.
Erdoğan sabe que la independencia y la seguridad nacional forman parte de la identidad política de Turquía. Por ello hace política exterior mirando hacia el interior: siempre que las tensiones con la OTAN escalan, su popularidad ha aumentado. Aunque ambas partes se necesitan, Turquía apunta a alejarse de la Alianza, en especial tras las elecciones del pasado 14 de mayo. Erdoğan está cómodo en el equilibrio entre potencias y seguirá cooperando con la organización, pero siempre desde la “preciada soledad” turca.
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