La relevancia de la ONU está disminuyendo, y Ucrania es solo otro ejemplo.

La organización no pudo evitar la invasión rusa ni parece capaz de mediar en el conflicto. Además, ha sido ineficaz en detener guerras como las de Siria, Yemen o el Alto Karabaj. La ONU está incumpliendo su objetivo original de mantener la paz y está perdiendo peso frente a los Estados y otros foros internacionales.

Aunque la ONU está involucrada en la guerra de Ucrania a través de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, su papel como mediador ha sido muy limitado. Tampoco ha logrado detener otras guerras o hacer frente a crisis como la de Afganistán o las violaciones de derechos humanos en Xinjiang, China. Existe el riesgo de que la ONU se vuelva irrelevante, lo que nos dejaría más desprotegidos ante los conflictos.

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Uno de los principales problemas de la ONU es el veto

Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido, tienen el poder de vetar decisiones. Esto significa que el órgano encargado de la seguridad mundial está subordinado a sus intereses, lo cual va en contra del principio de igualdad soberana que promueve la organización. Además, la estructura de la ONU no refleja el ascenso de países como India y resta importancia a regiones como África, Oriente Próximo y Latinoamérica.

La guerra de Ucrania pone de manifiesto los obstáculos en el Consejo de Seguridad, ya que cualquier operación coordinada desde la ONU sería vetada por Rusia. De hecho, Moscú asumió la presidencia rotatoria del Consejo en medio del conflicto. Dentro de la ONU, solo quedan resoluciones de condena en la Asamblea General, que no tienen carácter vinculante. Los Estados responden a los conflictos de acuerdo con sus propias agendas, como se evidencia en el apoyo armamentístico y humanitario de Occidente a Ucrania, el envío de drones de Irán a Rusia o el plan de paz de China.

La contribución de las Naciones Unidas a uno de los períodos más pacíficos de la historia es evidente. El número de conflictos entre Estados ha disminuido desde 1946. Sin embargo, se ha observado un aumento en las guerras civiles, especialmente cuando intervienen otros países. Esto se evidencia en las prolongadas guerras de Siria, Yemen y Libia, así como en la devastadora guerra civil de Etiopía y el reciente estallido del conflicto en Sudán con la presencia de mercenarios rusos del grupo Wagner. Estos conflictos, tanto las guerras civiles como las guerras entre países, erosionan el derecho internacional y socavan la seguridad global.

La guerra de Ucrania también demuestra el papel cada vez más limitado de la ONU en los conflictos. La organización solo está presente a través de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, que supervisa las centrales nucleares de Chernóbil y Zaporiyia, y de la comisión encargada de investigar las violaciones de derechos humanos en el conflicto. Además, contribuye a coordinar las exportaciones de trigo ruso y ucraniano según el acuerdo del grano firmado en julio de 2022.

Todo esto reduce el papel de las Naciones Unidas a un organismo consultivo.

Si bien las organizaciones especializadas dentro de la ONU son eficaces para mitigar el impacto de los conflictos, la organización en sí no es un actor activo capaz de prevenirlos. Esto lleva a acciones más simbólicas que significativas, como la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos en respuesta a los crímenes cometidos por su ejército contra la población ucraniana. Sin embargo, el Consejo sigue incluyendo a países cuestionados, como China, que obstaculiza las investigaciones sobre la persecución de los uigures, Afganistán, que ha experimentado una grave regresión en cuanto a los derechos con el regreso de los talibanes al poder en 2021, y Arabia Saudita, que incluso llegó a presidir un panel del Consejo en 2015.

El papel secundario de la ONU en la guerra de Ucrania se evidencia especialmente en la mediación. Aunque el conflicto aún no está listo para las negociaciones de paz, sería una tarea ideal para la imparcialidad del secretario general, António Guterres. Sin embargo, son los países y sus líderes los que han hecho más esfuerzos por mediar. Turquía intervino en el acuerdo del grano, mientras que el papel de la ONU ha sido poco visible, y China busca posicionar su plan de paz de doce puntos. Guterres insiste en que «en lugar de balas, se necesitan arsenales diplomáticos», pero la ONU está lejos de auspiciar la paz en Ucrania. De hecho, según filtraciones del Pentágono, Estados Unidos considera que el secretario general está siendo demasiado condescendiente con Rusia.

Si las organizaciones internacionales no logran cumplir sus objetivos, existe la posibilidad de que se vuelvan irrelevantes.

Un ejemplo de esto es la Sociedad de Naciones, antecesora de la ONU. Creada en el Tratado de Versalles en 1919 con el propósito de mantener la paz global después de la Primera Guerra Mundial, la organización llegó a tener 63 miembros. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial demostró su fracaso con un mayor número de víctimas y un impacto más amplio. La incapacidad de la ONU para frenar los conflictos genera temores de que siga los pasos de su predecesora.

A pesar de la distancia histórica, existen similitudes entre el período de entreguerras y el contexto actual. Por un lado, los poderes revisionistas del orden internacional: en 1939, los regímenes fascistas cuestionaban la dominación del Reino Unido y Francia, mientras que hoy en día Rusia, China e Irán desafían el liderazgo de Estados Unidos. Por otro lado, ambas épocas se caracterizan por el aumento del unilateralismo, como la invasión alemana a Polonia en 1939 y la invasión rusa a Ucrania en 2022, ejemplos extremos de Estados imponiéndose sobre otros.

Sin embargo, la ONU es más efectiva para prevenir la guerra que la Sociedad de Naciones. Es un sistema reconocido por la gran mayoría de los países del mundo y tiene una estructura mucho más compleja. Sus funciones y objetivos van más allá de preservar la seguridad global, ya que también promueve el desarrollo. Además, los Estados son más conscientes de los riesgos de una guerra global y están más dispuestos a evitarla, incluso si compiten entre ellos. Por lo tanto, es poco probable que la ONU desaparezca a corto plazo. Sin embargo, se dirige hacia la irrelevancia en comparación con iniciativas estatales u otros foros internacionales como el G7, el G20 o aquellos liderados por potencias revisionistas como la Organización de Cooperación de Shanghái. Esta degradación del sistema de la ONU y del derecho internacional nos lleva hacia un mundo más inseguro e impredecible.

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