La influencia geopolítica de Henry Kissinger sigue definiendo el panorama mundial.

Como destacado estratega en política exterior estadounidense, su papel como secretario de Estado abarcó acercamientos con la URSS y China, mediación en Oriente Próximo, la resolución de la guerra de Vietnam y el respaldo a dictaduras en Sudamérica. Sus ideas y teorías continúan ejerciendo influencia en Washington y en la geopolítica global.

En el debate presidencial de las primarias demócratas en 2016, Bernie Sanders calificó a Kissinger como uno de los secretarios de Estado más destructivos en la historia moderna de Estados Unidos. Esto surgió después de que Hillary Clinton se enorgulleciera de contar con el apoyo de Kissinger por su labor como secretaria de Estado durante la administración de Barack Obama. La controversia en torno a este histórico asesor de Seguridad Nacional y secretario de Estado durante la Guerra Fría generó amplia cobertura mediática en los días siguientes.

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Aunque han transcurrido casi cuarenta años desde que dejó sus cargos oficiales, Kissinger sigue siendo una figura influyente en la política estadounidense, lo cual refleja su profunda influencia en la historia del país. Si bien es recordado por poner fin a la guerra de Vietnam y por sus esfuerzos de distensión con la Unión Soviética y la apertura hacia China, también estuvo involucrado en el bombardeo de Camboya, el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile y el genocidio en Timor Oriental, entre otros eventos. A pesar de esto, todos los presidentes desde Dwight Eisenhower en la década de 1950 han buscado su opinión en materia de política exterior. ¿Cuál es la razón de ello?

La visión del mundo según Kissinger

se enmarca en el realismo político. Sus pensamientos se centran en tres conceptos fundamentales: estabilidad del orden internacional, equilibrio de poder e interés nacional. Kissinger sostiene que el mundo está en constante lucha, ya que no existe una institución global que regule el comportamiento de los Estados. Por lo tanto, la paz mundial solo puede lograrse mediante un equilibrio de poder efectivo. Para alcanzarlo, los países deben buscar su interés nacional, es decir, lo que garantice su seguridad territorial. Cuando hay equilibrio de poder, se logra la estabilidad internacional.

Sin embargo, Kissinger argumenta que esta estabilidad se ve amenazada cuando los Estados introducen la ideología en su interés nacional, como sucedió con Estados Unidos en su promoción global de la democracia. Esto lleva a perseguir objetivos más abstractos que desvían la atención de los objetivos estratégicos, como el control de un puerto o la formación de alianzas con otros países. Por esta razón, según Kissinger, la política exterior de cualquier Estado debe regirse por el equilibrio de poder y el interés nacional, sin tener en cuenta consideraciones morales.

Esta inclinación realista puede entenderse en parte a través del propio pasado de Kissinger. A los quince años, huyó de su Alemania natal debido a su ascendencia judía y en 1943 fue reclutado por el Ejército estadounidense para participar en la Segunda Guerra Mundial. Aunque desempeñó labores de inteligencia, a los veinte años solo conocía un mundo caracterizado por el conflicto, lo que despertó su interés por el equilibrio de poder y el pragmatismo político. Las teorías realistas que desarrolló durante sus estudios de doctorado en Harvard le brindaron la oportunidad de liderar un prestigioso grupo de trabajo sobre armas nucleares en el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos en 1954. Así, su opinión sobre política internacional comenzó a resonar en la oficina oval.

Desde Harvard hasta la Casa Blanca

 Kissinger aplicó su pensamiento a la política exterior estadounidense como asesor de Seguridad Nacional (1969-1975) y secretario de Estado (1973-1977) bajo los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford. Durante esos años, negoció una salida de la guerra de Vietnam, ya que esta ya no resultaba beneficiosa para Estados Unidos, solo provocaba bajas y generaba oposición interna. También fomentó la distensión con la Unión Soviética, firmando el Tratado sobre Misiles Antibalísticos para restablecer el equilibrio de poder entre ambas superpotencias, ya que en 1971 Moscú tenía una ventaja en cuanto a misiles de largo alcance. Además, mediante viajes secretos, trabajó para establecer relaciones con China comunista en nombre del interés nacional de Estados Unidos, debilitando así la alianza sino-soviética y adelantándose a la Casa Blanca en su lucha contra el Kremlin.

Al mismo tiempo, Kissinger promovió una diplomacia de mediación en Oriente Próximo para resolver las tensiones entre árabes e israelíes después de la guerra del Yom Kippur de 1973. Sin embargo, también respaldó golpes de Estado y dictaduras militares en Sudamérica para combatir el comunismo. Estas políticas convirtieron a Kissinger en una figura crucial en la política exterior de Washington. Sus ideas no ganaron influencia por su carácter innovador —personajes como el expresidente Theodore Roosevelt y el diplomático George Kennan ya habían defendido la realpolitik—, sino por el momento en el que fueron aplicadas. A finales de la década de 1960, Washington estaba perdiendo poder e influencia debido a su implicación en Vietnam y su economía se estaba deteriorando debido al gasto en defensa para contener la expansión territorial de la Unión Soviética, que estaba fortaleciendo su poderío militar.

En uno de sus libros más recientes, Kissinger señaló que esta situación se debía a que las Administraciones anteriores no habían abordado el enfrentamiento con la Unión Soviética «como una contienda geopolítica por los límites del poder ruso, sino como una cruzada moral por el mundo libre». Según él, el compromiso tradicional de Washington con la promoción global de la democracia y el libre comercio impedía que Estados Unidos estableciera prioridades estratégicas para derrotar a la URSS. Por eso, sus ideas realistas adquirieron una gran fuerza en los años setenta: dar prioridad al equilibrio de poder y al interés nacional permitió a Washington recuperar su supremacía militar y económica frente a Moscú y sentó las bases para ganar la Guerra Fría.

La influencia de Kissinger en el siglo XXI

 Aunque Kissinger ya no ocupa cargos oficiales, el éxito que brindó a Estados Unidos lo ha convertido en una especie de oráculo para la política exterior del país en el siglo XXI. Además de dirigir su propia consultora de asuntos internacionales, todos los presidentes que han pasado por la Casa Blanca desde la Guerra Fría han buscado su opinión sobre política exterior. Incluso se reunió con el presidente chino Xi Jinping en 2019. No es casualidad que George W. Bush eligiera a Kissinger para presidir la comisión de investigación sobre los ataques del 11 de septiembre, o que continuar la guerra de Irak coincidiera con su opinión de que retirarse era un error. Su juicio también cobró importancia cuando la Casa Blanca consideró negociar un acuerdo nuclear con Irán en 2008, ya que sus seguidores lo compararon con la apertura hacia China en los años setenta.

Además de su influencia política, Kissinger ha tenido una presencia destacada en los medios de comunicación. Además de publicar sus memorias, ha continuado escribiendo y siendo entrevistado en medios de renombre. Kissinger siempre ha abogado por una política de cooperación con China y ha afirmado que Rusia nunca aceptará el orden internacional liberal si ve amenazada su esfera de influencia. Sin embargo, también ha mostrado su realismo al respaldar la entrada de Ucrania en la OTAN después de la invasión rusa. En resumen, este pragmatismo ha convertido a Kissinger en una de las figuras más prominentes de la política exterior estadounidense y de la geopolítica global.