EEUU se achina; China se americaniza

Por Andres Ortega

Estados Unidos está adoptando un enfoque más centralizado y planificado en su política industrial para asegurar su supremacía sobre China, acercándose al sistema impulsado desde arriba y centralmente planificado que existe en China, aunque con algunas diferencias. Por otro lado, China está adoptando elementos del sistema estadounidense, volviendo a involucrar a grandes empresarios para impulsar la innovación. Ambos países están limitando ciertas exportaciones de tecnología y materias primas esenciales, lo que indica una competencia creciente entre ellos.

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La administración de Joe Biden en Estados Unidos ha establecido objetivos y ha proporcionado subsidios masivos para garantizar la soberanía y el liderazgo tecnológico en áreas como las energías limpias, los semiconductores avanzados y la inteligencia artificial. China, por su parte, está aumentando su participación accionarial en empresas y suavizando la represión contra las empresas tecnológicas. Aunque China ha avanzado en algunas áreas tecnológicas, como las energías renovables y las comunicaciones 5G, aún enfrenta desafíos en innovación, como las vacunas de ARN mensajero y la inteligencia artificial generativa en lenguaje natural.

Europa también está intentando promover la innovación, pero se debate entre incentivar o prohibir ciertas tecnologías y enfrenta desafíos en la creación de una política industrial europea unificada. Los tres actores principales, Estados Unidos, China y Europa, tienen diferentes enfoques y regulaciones, pero todos reconocen la importancia de la innovación para su competitividad.

El tiempo es otro factor importante, ya que Estados Unidos tiende a tener un enfoque más rápido y urgente, China planifica a largo plazo, y Europa se encuentra en constante ejercicio de prospectiva sin llegar a una conclusión clara. El desacoplamiento propuesto por Estados Unidos frente a China y la reducción de riesgos promovida por Europa plantean desafíos a nivel global, y las instituciones internacionales carecen de los medios necesarios para abordar posibles guerras económicas.

En general, la competencia entre Estados Unidos y China está llevando a una convergencia en algunas políticas económicas, especialmente en el ámbito industrial, pero también genera tensiones y desafíos a nivel global.

La administración Biden ha adoptado un enfoque más orientado hacia la planificación central y a largo plazo, que se asemeja en cierta medida al sistema comunista chino, en lugar de elegir ganadores específicos o campeones nacionales. Esto se ha hecho con el objetivo de garantizar suministros y lograr una hegemonía tecnológica en campos como las energías limpias, los semiconductores avanzados y la inteligencia artificial. La aprobación de la Ley de Chips (Chips Act) y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) en agosto de 2022 ha implicado una inversión de más de 400.000 millones de dólares en créditos fiscales, subvenciones y préstamos para asegurar la soberanía y el empleo en estos sectores en Estados Unidos, y parece estar teniendo éxito. Según estimaciones del Financial Times, estas inyecciones de capital y exenciones fiscales han generado inversiones privadas de más de 200.000 millones de dólares. Aunque el Pentágono ha estado promoviendo esta estrategia durante años, ahora el gobierno de Estados Unidos, en lugar de depender principalmente de compras públicas, como ha venido haciendo en el pasado y ha sido reforzado por órdenes ejecutivas y programas de contratación pública bajo la administración de Biden, también establece objetivos y subsidia de manera significativa. Es decir, se está llevando a cabo una planificación más intensa. Tanto Estados Unidos como Europa han optado por un mayor intervencionismo estatal, mientras que China ya estaba en ese camino. ¿Estamos presenciando el fin del neoliberalismo, como sugiere Gary Gerstle en su libro «¿Auge y caída del orden neoliberal” de 2022, o al menos de cierto neoliberalismo? ¿Estamos volviendo a dosis significativas de mercantilismo?

Mientras esto ocurre en Estados Unidos, Xi Jinping está demostrando flexibilidad al acercarse al sistema estadounidense y recuperar a importantes empresarios para fomentar la innovación. Todos han reconocido que en la actualidad el Estado no puede llevar a cabo proyectos que son lanzados por empresas privadas. Por ejemplo, la guerra en Ucrania no sería la misma sin el apoyo proporcionado por el sistema de satélites para internet, Starlink, de Elon Musk, a las comunicaciones ucranianas.

Después de unos años de disminución de su presencia, los empresarios habían pasado a un segundo plano o habían desaparecido. Esto se evidenció en el último Congreso del Partido Comunista Chino en octubre de 2022 y en la Asamblea Popular que oficializó el tercer mandato de Xi en marzo pasado. Sin embargo, en las últimas semanas ha habido un resurgimiento público, aunque sin un papel ejecutivo, de un importante empresario chino como Jack Ma (Alibaba), aunque aún se mantiene como profesor en Tokio. Otros empresarios siguen desapareciendo, como Bao Fan de China Renaissance en febrero pasado. El primer ministro Li Qiang anunció recientemente que el gobierno relajaría las medidas represivas contra las empresas, inmobiliarias y plataformas de internet. Pekín está suavizando su represión hacia las empresas tecnológicas y otras compañías.

Xi Jinping había dado un cambio de rumbo al darse cuenta de que el control sobre las grandes empresas privadas estaba escapando al Partido Comunista Chino. Ahora se observa un giro pro-negocios y una cierta tregua con las grandes tecnológicas (también en Estados Unidos). En China, sin embargo, el Estado está adquiriendo un papel cada vez más fuerte como accionista, mientras que en Estados Unidos, su función es principalmente como cliente.

A pesar de sus importantes avances, en algunos aspectos China aún enfrenta problemas de innovación tecnológica. En dos áreas recientes, ha quedado rezagada: las vacunas de ARN mensajero contra el Covid-19 y la inteligencia artificial generativa en lenguaje natural, como el Chat GPT. Sin embargo, se espera que avance rápidamente en el campo de la inteligencia artificial. Baidu, el equivalente chino de Google, ya ha lanzado una versión de prueba de su modelo Ernie, aunque plantea desafíos en cuanto al control de la información y la censura. En otras tecnologías, como energías renovables, comunicaciones 5G y vehículos eléctricos, China está a la vanguardia. Por ejemplo, está transformando el Ministerio de Ciencia y Tecnología y ha establecido una Comisión Central de Ciencia y Tecnología del Partido Comunista.

En un informe especial sobre la competencia entre China y Occidente para impulsar la innovación, la revista británica The Economist señaló recientemente que además de comparar los esfuerzos públicos y privados en I+D entre ambas superpotencias (EEUU invirtió 800.000 millones de dólares frente a los 600.000 millones de China en 2020, antes de las últimas inyecciones de fondos), también hay que tener en cuenta otras dimensiones, como las misiones de investigación en Estados Unidos y los «fondos de orientación» en China, donde el Estado se une a inversores privados para dirigir el capital hacia nuevas empresas de inteligencia artificial y chips, entre otras tecnologías, especialmente las necesarias para la nueva carrera espacial. También se destaca el intento de ambos gobiernos de beneficiar sus propias economías a través de la innovación.

¿Y qué hay de Europa? También está intentando posicionarse, pero se debate entre «fomentar o prohibir» (según Jean-Dominique Giuliani), como se ha visto con ChatGPT y tecnologías similares, debido a preocupaciones sobre la protección de la privacidad y los derechos de autor. Europa, que defiende la competencia justa, está molesta con las ayudas estatales de Estados Unidos (y desde hace tiempo con las de China), pero también ha inyectado dinero a través del Fondo NextGeneration y ha flexibilizado las reglas internas para permitir más ayudas estatales. La Unión Europea ha decidido subvencionar con 43.000 millones de euros la producción de chips, una cantidad mucho menor que la invertida por Estados Unidos o China, incluso cuando se suma la contribución de los Estados miembros o el fondo de recuperación. Los Proyectos Importantes de Interés Común Europeo (IPCEI, por sus siglas en inglés) y otras ayudas nacionales están desafiando la ortodoxia de la limitación de las ayudas estatales en la política industrial de la UE.

En cuanto a la preocupación europea por la regulación, a pesar del mito, Estados Unidos regula tanto o más, aunque a menudo Bruselas esté a la vanguardia y tenga un efecto más global. El Financial Stability Oversight Council de Estados Unidos ha presentado propuestas para limitar las actividades de las «empresas no bancarias». China también es un país con una alta regulación. En términos de regulación, los tres modelos se parecen más de lo que generalmente se dice.

Luego está la dimensión del tiempo, que a menudo no se considera lo suficiente. La política en Washington siempre está bajo presión. Los demócratas necesitan obtener resultados antes de las elecciones de noviembre de 2024. A veces cuentan con empresarios-investigadores visionarios como Steve Jobs (Apple), Gordon Moore y Andrew Grove (Intel) o Elon Musk. Por su parte, China planifica a largo plazo, mientras que Europa está constantemente ejerciendo prospectiva. Sin embargo, nunca termina de concretarse.

Todo esto forma parte del cambio del «desacoplamiento» que Estados Unidos propone frente a China, hacia una reducción de los riesgos que Europa promueve, e incluso China está apostando más por su propio mercado interno. La cuestión es cómo se gestionará a nivel global. El Sur lo observa con preocupación y el peligro de guerras económicas acecha, sin que las instituciones internacionales tengan los mecanismos necesarios para hacer frente a estos desafíos.

Original de Politica Exterior