Por: Rodrigo Castellanos
Yibuti es un país pequeño y con pocos recursos, pero acoge bases militares de cinco Estados al estar junto al estrecho de Bab al Mandeb, clave para el comercio internacional. Desde 2017, poco más de diez kilómetros separan una base china de una estadounidense. Será un escenario ante una escalada militar.
La única base militar estadounidense en África está a solo trece kilómetros de la única base china en el continente. Las dos están en Yibuti. Este país tiene una extensión similar a la de Sicilia y carece de recursos, pero se ha convertido en un enclave estratégico en la geopolítica global y en la disputa entre Pekín y Washington. La clave está en su ventajosa posición geográfica junto al estrecho de Bab el Mandeb, una zona de paso clave del comercio marítimo mundial, junto con Malaca, en Singapur, y Suez, en Egipto.
Yibuti también está muy próximo a zonas de tensión como las costas de Somalia por la lucha contra la piratería o la guerra de Yemen. Además, es un país estable en medio de la inestabilidad política de Somalia y Etiopía. Una guerra entre China y Estados Unidos allí es improbable: la verdadera partida se jugará en el mar del Sur de China y en Taiwán. Pero como versión a pequeña escala de las relaciones entre ambas potencias, una escalada militar en Asia podría desencadenar tensiones en este país africano y en la región.
Militarizar un país pequeño
Yibuti comenzó a ser un foco de tensión en 2015, durante las negociaciones para establecer una base militar china. Inaugurada en 2017, fue la primera del gigante asiático en el extranjero. Su ubicación a poco más de diez kilómetros de la única base estadounidense en África fue polémica. Washington había establecido la base de Camp Lemonnier después de los atentados del 11S para reforzar su presencia en Oriente Próximo, así que criticó a China alertando de las tensiones que podría desencadenar.
Para Estados Unidos, Yibuti sirve como enlace con Arabia Saudí, su aliado tradicional en la región, y para coordinar las operaciones contra la piratería y el terrorismo en las áreas cercanas. Un objetivo que ha reforzado en 2023 con un acuerdo trilateral con Japón y el propio Yibuti. Pero, sobre todo, Washington monitoriza desde allí el flujo comercial en el estrecho de Bab al Mandeb. Por tanto, la presencia china amenaza un control hasta ahora exclusivo sobre el comercio internacional en este lugar estratégico.
Estados Unidos cuenta con unos 4.000 efectivos en Camp Lemonnier, la base más grande y poblada del país. La base china cuenta con 2.000 unidades, aunque tiene capacidad de hasta 10.000. Pekín no ha mostrado intención de aumentarlas, aunque las fricciones se generan por otros cauces. Estados Unidos teme que el Ejército chino aumente el espionaje sobre su base, mientras que China ha acusado a las tropas estadounidenses de sobrevolar sus instalaciones con drones desde 2018. La base china es descrita como una fortaleza compuesta por instalaciones militares, un puerto comercial y conexión por ferrocarril con Etiopía, con capacidad para realizar ciberataques y cercana a los cables submarinos que conectan Asia y Europa. No obstante, ambas fuerzas coexisten e incluso cooperan en ocasiones.
Los otros tres países con bases militares en Yibuti son Japón, Francia e Italia. Su presencia allí está relacionada con la operación Atalanta, que lucha contra la piratería en las costas somalíes. Sin embargo, el Ejército francés ha mostrado preocupación por China. Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí también cuentan con presencia militar muy cerca de Yibuti, pues aspiran a influir en el mar Rojo y mejorar su posición en la guerra de Yemen. De hecho, Arabia Saudí acordó en 2017 establecer instalaciones militares en Yibuti, aunque no han empezado a construirlas, e India acordó con Francia que su armada tuviera acceso al puerto francés en el país.
Yibuti: una perla en el collar chino
El carácter simbólico que China le dio al establecimiento de la base prueba su relevancia estratégica. La inauguración se celebró en el noventa aniversario del Ejército Popular de Liberación, justo después de que el presidente Xi Jinping anunciara una importante ampliación de la Armada. Aunque la base sirve oficialmente como apoyo logístico a los barcos chinos que hacen escala en el país, sobre todo los utilizados en operaciones de Naciones Unidas, su función es mucho mayor.
La apuesta de Xi por el poder naval chino busca reforzar la seguridad de sus rutas comerciales ante la rivalidad con Estados Unidos. Por eso, además de mejorar su armada, China ha construido una cadena de puertos y bases navales a través del Índico para garantizar la seguridad de sus buques comerciales. En esta cadena, “el collar de perlas chino”, Yibuti es esencial para asegurar la Nueva Ruta de la Seda. Además, le sirve a Pekín como una base para proyectar sus negocios e inversiones en el este de África.
Al mismo tiempo, a Estados Unidos le preocupa la dependencia económica de Yibuti hacia China. Según Washington, Pekín atrae a países pequeños, con gran peso geoestratégico, a pedir prestado más de lo que pueden asumir para financiar proyectos de infraestructura, y después se apodera de instalaciones clave como garantía. Esta idea fue popularizada por el exvicepresidente Mike Pence, que lo definió como “la trampa de la deuda China”. Según Pence, China se hizo así con el puerto de Hambantota en Sri Lanka, y, según temen políticos estadounidenses, puede ocurrir con el principal puerto yibutí.
China argumenta que sus bancos están dispuestos a reestructurar los términos de los créditos que conceden y que es una estrategia de Washington para demonizarle como un Estado que engaña a países en desarrollo. Por su parte, los líderes yibutíes defienden su soberanía y argumentan que necesitan la inversión china. No obstante, la base sí propulsó la dependencia del país hacia Pekín: su deuda pública aumentó a casi un 80% en 2018, los préstamos chinos a Yibuti supusieron el 77% de su deuda en 2019 y las inversiones y contratos entre 2013 y 2020 superaron los mil millones de dólares. Los acuerdos entre ambos países no cesan: el último, la construcción de un cosmódromo por parte de un conglomerado chino en suelo yibutí.
Un espejo de la competición Pekín-Washington
Yibuti es un ejemplo de cómo la rivalidad entre China y Estados Unidos afectará a muchos países, que entrarán en la pugna por recursos y enclaves estratégicos. Las intenciones de Xi parecen claras: aumento de las inversiones, extracción de recursos y apuesta militar. Más aún después de acordar la construcción de una segunda base africana en Guinea Ecuatorial. A medida que aumente la competición global entre ambas superpotencias, y su particular disputa por África, las tensiones militares sobre Yibuti serán más grandes.
Su interés por el país está claro: tanto Xi como el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reunieron con el Gobierno yibutí en 2022 para acentuar sus vínculos. De momento, el plan estratégico de Yibuti para 2035 es explotar su posición geográfica, lo que impulsa su economía y refuerza a las élites gobernantes. Esto implicará aliviar las fricciones para que las potencias convivan en su territorio, lo que le obliga a no tomar partido por ninguna mientras Estados Unidos y China refuerzan su posición en el país.
Original del Orden Mundial