La guerra en Ucrania ha puesto en primer plano la necesidad de una industria de la defensa a pleno rendimiento y unos arsenales repletos. Mientras los Veintisiete luchan por llenar de contenido el concepto de la Europa de la Defensa y atender a los objetivos establecidos por la Brújula Estratégica, EEUU aprovecha sus capacidades para consolidarse como el gran arsenal transatlántico.
El 20 de marzo, 18 Estados miembros de la Unión Europea más Noruega acordaron, en el marco de la Agencia Europea de Defensa (AED), poner en marcha un proyecto de adquisición colaborativa de municiones. Con Ucrania en mente, la iniciativa busca facilitar el arranque de un procedimiento acelerado de dos años para contar con munición de artillería de 155 milímetros y otro de siete años para munición de otros calibres. La decisión, que busca ayudar más y mejor a Ucrania y reponer los arsenales de los países implicados, significativamente mermados tras un año de guerra, sirve como ejemplo de la situación actual de una UE que aspira a la autonomía estratégica, pero que todavía no dispone de una voz única ni de las herramientas adecuadas para hacerse oír en un escenario internacional cada vez más complejo y desafiante.
Por un lado, destaca que finalmente se haya logrado una decisión hasta hace poco impensable, demostrando que cuando hay voluntad política es posible encontrar fórmulas operativas para responder a cualquier reto. En este caso, se trata de emplear las capacidades de la AED y del Fondo Europeo para la Paz para seguir ayudando a la defensa de un país que ni es miembro de la familia comunitaria ni aliado de la OTAN. Por otro, y en sentido contrario, también destaca que haya nueve países –Bulgaria, Dinamarca, Eslovenia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania y Polonia– que, de momento, se han abstenido, a la espera de ver cuántos de ellos se incorporan, una vez hayan cumplido sus procedimientos nacionales. Se visibiliza así la dificultad para armonizar procedimientos que permitan reaccionar con la premura que exigen los tiempos actuales y los problemas que plantean las diferentes sensibilidades –europeístas, atlantistas, neutrales– que conviven en el seno de la UE.
Estas dificultades para aunar esfuerzos en materia de defensa, con planteamientos muy lastrados todavía por esquemas nacionalistas, se traducen en demasiadas ocasiones en lentitud para llenar de contenido el concepto de la Europa de la Defensa y para atender a los objetivos que plantea la Brújula Estratégica. No puede extrañar que Washington, con una óptica igualmente nacionalista, se aproveche de esta circunstancia a su favor. Por un lado, Estados Unidos cuenta con una impresionante base industrial de defensa que le permite, prácticamente en solitario, disponer de los sistemas de armas más avanzados del planeta, respondiendo a la voluntad de un solo gobierno (no de 27). Uno de los resultados de esta realidad es que, mientras que los Veintisiete cuentan, en 2023, con 172 modelos distintos de las armas más relevantes en el actual campo de batalla, EEUU solo tiene 32, con todas las ventajas operativas y logísticas que de ello se derivan. Además, pensando en los plazos necesarios para contar con un nuevo sistema –desde que se identifica su necesidad hasta que las fuerzas armadas lo incorporan a sus unidades–, también es obvio que Washington lleva una enorme ventaja frente a lo que ocurre al otro lado del Atlántico.
Por eso ahora, cuando Ucrania demanda una respuesta que rompe los esquemas establecidos en Europa desde el final de la guerra fría –que hacían pensar que no volvería a producirse en el continente una guerra convencional con un altísimo consumo de municiones y de destrucción de materiales; o, lo que es lo mismo, con la necesidad de una industria de defensa a pleno rendimiento y unos arsenales repletos–, volvemos a encontrarnos con un EEUU tomando aún mayor ventaja. La urgencia por contar con medios de apoyo a Ucrania, en pos de expulsar a las tropas rusas de su territorio y restablecer los arsenales de quienes apoyan militarmente a Kiev, hace de EEUU el actor preferido, en la medida en que cuenta con una mayor base industrial, un arsenal disponible más voluminoso y unos procedimientos más rápidos para traducir sus decisiones políticas en hechos.
Ante ese panorama, lo que les queda a los Veintisiete es aceptar sus propias deficiencias, como si fueran insalvables, y ahondar su condición de subalternos, optando por confiar en Washington como principal suministrador del equipo, material y armamento que ahora demandan los gobiernos nacionales, en línea con los incrementos presupuestarios ya anunciados. Pero también cabe plantear que esta preocupante tendencia sirva de revulsivo para reformular los procesos de toma de decisiones, tratando de escapar a la creciente dependencia. De momento, como refleja la declaración conjunta OTAN-UE del pasado enero, y como demuestran las recientes decisiones de Alemania, Bélgica, Dinamarca, Italia, Países Bajos y Polonia, todos ellos apostando por el F-35 estadounidense, más bien parece que nos inclinamos por la primera opción.
Extraido de Politica Exterior
There is definately a lot to learn about this issue. I love
all of the points you made.