Por: Juan Vazquez
Desde hace una década China persigue internacionalizar el yuan para superar su dependencia del dólar. Sabe que Estados Unidos puede usar su divisa como arma, ya que todas las operaciones en esta moneda pasan en última instancia por la Reserva Federal. Las sanciones financieras contra Rusia son un ejemplo de cómo puede materializarse este poder: congelando las reservas del banco central o bloqueando los pagos internacionales en dólares. Este hecho y el avance de la guerra tecnológica han acelerado los planes chinos. Otros países siguen una línea similar, como Irán o la propia Rusia, que buscan alternativas al billete verde.
Sin embargo, aunque cada vez más voces alertan del fin del predominio del dólar y al yuan como potencial sucesor, los datos reflejan una realidad muy distinta. Casi un año después de la invasión rusa de Ucrania, el yuan representa el 2,4% de los pagos globales frente al 42,3% del dólar, que se usa en el 50% de los préstamos y en el 90% de todas las operaciones de divisas. Es decir, el poder del billete verde sigue siendo aplastante. En el fondo nadie quiere dejar de usarlo ni tiene el poder para sustituirlo.
Todo el mundo quiere dólares, incluida China
Los actores internacionales, incluida China, usan el dólar porque siempre es aceptado a cambio de bienes y servicios y porque la mayoría de las materias primas e hidrocarburos cotizan en esta moneda. Además, pueden invertir las reservas en los mercados financieros estadounidenses, los más grandes y líquidos del mundo con el 60% de las acciones mundiales y el mayor mercado de bonos. En concreto, los bonos del Tesoro son activos libres de riesgo que proporcionan un interés y que pueden cambiarse fácilmente por efectivo. Estas cualidades atraen capital del exterior procedente de bancos privados y centrales, empresas, fondos de inversión e incluso oligarcas que buscan atesorar su dinero en el extranjero.
Por tanto, el rol de la Reserva Federal como banco central del mundo es aún más importante. En crisis, como las de 2008 o 2020, proporciona liquidez al resto de economías, aunque deje fuera a países enemigos como China. Además, sus decisiones afectan a las finanzas mundiales, ya que las subidas o bajadas de tipos de interés marcan los ciclos financieros. Tanto, que el alza de tipos de los últimos meses ha puesto en jaque a las finanzas de medio mundo, como en Sri Lanka, Pakistán o El Salvador, además de producir devaluaciones del yuan, el euro o la libra esterlina. Los bancos centrales están atentos a las decisiones de política monetaria en Estados Unidos y toman las suyas según lo que haga la Reserva Federal.
Las medidas para impulsar el yuan no son suficientes
Para romper este dominio, China impulsa el comercio bilateral en yuanes con países hostiles con Occidente, como Rusia, Irán o Pakistán. Además, el presidente Xi Jinping ha anunciado un acuerdo con los países del Golfo para usar su moneda en el comercio de petróleo y gas. Esto va en la línea del mercado de futuros de petróleo en yuanes lanzado en 2018. El Gobierno también quiere aumentar los préstamos e inversiones en su moneda en la Nueva Ruta de la Seda, ya que la mayoría los realizan en dólares.
No obstante, la medida estrella de Pekín es el yuan digital, una moneda virtual emitida por el banco central que evitaría la necesidad de intermediarios y efectivo. Su uso facilitaría a China los pagos transfronterizos en moneda propia, evitando usar tecnología occidental como el sistema de mensajería Swift, utilizado para sancionar a Rusia bloqueando el acceso a parte de su banca. Aunque China es uno de los países más avanzados en la carrera de las monedas digitales propias, todavía está lejos de implementarse de forma amplia. Según el Banco Popular de China, hay 13.610 millones de yuanes digitales en circulación, un 15% más que hace un año, pero solo suponen el 0,13% de los yuanes totales circulando.
Con todo, China sigue atrapada en el dólar, con la mayor parte de su comercio y sus reservas denominadas en la moneda estadounidense. De hecho, aunque las medidas del Gobierno tuviesen éxito, no serían suficientes para que el yuan se convirtiera en la divisa dominante. Al igual que los países tienen incentivos para tener dólares, no los tienen para usar otra moneda. Y esto sigue ocurriendo con el yuan chino.
China no quiere hacer los cambios que debería
Para que el yuan sustituya al dólar, la economía china debería cumplir un rol similar al de Estados Unidos. Es decir, el de centro financiero mundial que absorbe los flujos de capitales internacionales. Así, Pekín tendría que abrir sus finanzas al exterior, permitiendo la entrada y salida libre de capitales para que puedan adquirir activos en yuanes. Esta medida tendría que ir acompañada de la libre cotización de su divisa. De este modo, la economía del país absorbería una parte cada vez más grande de los ahorros mundiales.
Sin embargo, esto limitaría el poder de las autoridades para controlar las finanzas nacionales y la cotización de la moneda. Desregular podría desestabilizar la economía del país, más aún con la situación financiera derivada de la crisis inmobiliaria. Además, el Gobierno tendría que renunciar a la intervención del yuan como herramienta para estimular las exportaciones, un pilar del modelo chino. Mientras tanto, los controles de capital siguen omnipresentes y la liquidez de los mercados es limitada.
De hecho, China tendría que cambiar su modelo productivo para realizar estas reformas, ya que liberalizar las finanzas y el yuan podrían llevar al país a un déficit en su balanza externa, como Estados Unidos. Este cambio iría en línea con el anuncio del Gobierno en los últimos años: impulsar el consumo interno y depender menos de la inversión y las exportaciones. Sin embargo, China todavía depende de su modelo inversor y exportador y del dólar estadounidense, y así continuará si no lleva a cabo una reforma profunda.
Extraido del Orden Mundial
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