Por: Carlos Marcelles
Decía Patrick Henry, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, que «unidos; resistimos. Divididos; caemos. No nos separemos en facciones que deben destruir la unión de la que depende nuestra existencia». En este sentido, la campaña internacional de sanciones que gobiernos y empresas privadas están llevado a cabo contra Rusia tras su invasión de Ucrania es un gran logro de la diplomacia multilateral y de la RSC.
En esta línea, gran parte del mundo ha puesto fin voluntariamente a sus negocios con Rusia, rompiendo los lazos comerciales y financieros con el país y congelando numerosos activos del Kremlin en el extranjero. Incluso Finlandia y Estonia encabezan una iniciativa para cerrar el espacio Schengen a turistas rusos. La velocidad, el alcance y la escala de estas medidas económicas punitivas no tienen precedentes modernos. Patrick Henry estaría orgulloso de esta unión.
Sin embargo, el esfuerzo por exprimir económicamente a Moscú no ha hecho más que empezar, y será más difícil de mantener en el tiempo, especialmente si los oponentes del Kremlin se centran en sectores que afectan gravemente a la economía mundial. Las interrupciones en el suministro en materias como energía, alimentos o productos agrícolas, generarán fricciones dentro de la coalición de sanciones -actualmente formada por Australia, Canadá, Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y la Unión Europea-, especialmente si las cargas parecen desequilibradas o injustas.
En contraposición, Rusia tratará de exacerbar esa fricción con medidas de represalia, como ya hizo a mediados de marzo de 2022 cuando cerró, supuestamente por mal tiempo, el oleoducto del Caspio, que va de Kazajistán al Mar Negro y por el que transita el 1,2% del crudo mundial. Sin embargo, es probable que la coalición de sanciones resulte más duradera de lo que Rusia desearía, especialmente tras la masacre de civiles perpetrada en Bucha y otras localidades cercanas a Kiev.
Pero, al mismo tiempo, estos puntos de tensión dificultarán el despliegue de grandes medidas con regularidad y crearán presión para una aplicación estricta que garantice que el comportamiento pasivo de China o India (o Turquía) merme la potencia del régimen de sanciones. De hecho, entre enero y junio, la exportación de gas ruso a China aumentó en un 63% (BBC, 2022).
A medida que el sorpresivo estancamiento de la invasión rusa sea más palpable, ejemplo de ello son la retirada del Oblast de Kiev y el hundimiento del Movska, aquellos que esperan frenar las ambiciones de Moscú deben tener en cuenta que Rusia puede explotar fácilmente tal escenario amplificando las tensiones dentro de la coalición con el fin de destruirla.
En conjunto, estos factores presagian un futuro más difícil para la campaña de sanciones de lo que sus primeros éxitos sugieren. Alemania, debido a su alta dependencia energética de Rusia que, además ha sido exacerbada por el reciente cierre de sus centrales nucleares por criterios políticos, se revela como el eslabón más débil de la cadena de sanciones.
Sin embargo, otros países como Hungría y Turquía ya han anunciado que están dispuestos a pagar en rublos por el gas ruso, lo que denota una vez más, la palmaria dependencia energética de gran parte de Europa occidental. En contraposición, la negativa de Polonia y Bulgaria a realizar tales operaciones en rublos ya ha provocado que Putin cese el suministro de gas a sendos países.
Por lo tanto, Estados Unidos y sus aliados deben esforzarse a largo plazo para elaborar una respuesta colectiva a la evasión de las sanciones y a las represalias rusas, y presentar un frente unificado capaz de mantener un régimen punitivo eficaz.
I. UNIDOS RESISTIMOS: EL DELICADO EQUILIBRIO DE LAS SANCIONES
Los oponentes a Vladimir Putin se enfrentan a un delicado acto de equilibrio: deben ejercer suficiente presión para convencerle de que cambie de rumbo, pero no tanta como para que tome represalias severas. Por ende, cada nueva decisión sancionadora debe sopesarse cuidadosamente, teniendo en cuenta la probable respuesta del Kremlin y las posibles repercusiones externas.
Por ejemplo, sancionar todas las exportaciones de petróleo y gas natural de Rusia supondría un duro golpe para la economía rusa, pero, al mismo tiempo, agravaría la crisis energética en ciernes, dada la ya mencionada dependencia europea de los flujos energéticos rusos.
Asimismo, Putin también tiene ases en la manga respecto a las exportaciones energéticas de Rusia, y si por ejemplo decidiera que cerrar el grifo a todos sus clientes occidentales mereciese la pena (aún con el dolor financiero autoinfligido), entonces la crisis que las potencias sancionadoras están tratando evitar podría caer sobre ellas a pesar de todo.
Esta tensión es parte de la razón por la que hasta ahora las sanciones han dado prioridad a objetivos concretos, como bancos, empresas, diplomáticos u oligarcas, así como a intereses económicos rusos a largo plazo, como las inversiones en su industria del petróleo y el gas.
A tenor de ello, la Alexei Navalny Anti-Corruption Foundation ha difundido el nombre de 6.000 personas que «han permitido a Putin usurpar el poder e iniciar esta operación militar especial.»Centrar las sanciones mediante este enfoque tiene sentido y debería ser la prioridad inmediata, junto con la aplicación rigurosa de las medidas ya existentes.
En lugar de optar por castigos rápidos y aparentemente sencillos, la coalición de sanciones debería centrarse en el desarrollo de medidas que dificulten a Rusia operar a nivel internacional y que aumenten los costes para el Kremlin de forma más sutil y, por tanto, compliquen su capacidad de represalias.
II. DIVIDIDOS CAEMOS: COHESIÓN COMO PILAR DE LAS SANCIONES
Este enfoque cuidadoso y medido de las sanciones también ayudará a mantener la asociación internacional que se enfrenta a Putin. Sin una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que haga obligatoria la aplicación de las sanciones, la coalición de las sanciones depende en gran medida de la voluntad mutua, del sacrificio compartido y del propósito común.
Con todo, esta cohesión es muy vulnerable al tipo de dificultades que requerirá el aumento de las sanciones. Ya en marzo de 2022, Josep Borrell, máximo representante de la diplomacia europea, advirtió a los ciudadanos europeos de que sufrirían las consecuencias de esta guerra en la factura de la luz.
Cabe recordar que antes del conflicto Rusia era un socio comercial relativamente habitual para la mayor parte del mundo, por lo que a muchos países les resulta difícil desvincularse de Moscú de la noche a la mañana. Por tanto, la coalición de sanciones debería ayudar a aquellos países que son especialmente vulnerables a las represalias rusas o a los impactos de las propias sanciones.
Estados Unidos ya ha tomado algunas medidas para aliviar el dolor de otros miembros de la coalición, por ejemplo, buscando suministros alternativos de energía para Europa y ofreciendo apoyo energético como parte de las nuevas sanciones previstas. Cabe destacar que la actuación de Washington no es sin ánimo de lucro, pues el gas norteamericano exportado a la UE tiene un precio un 40% más alto que el gas ruso.
Es por ello que sería motivo de análisis conocer hasta qué punto el interés de la Casa Blanca es pasar de un modelo de importación de gas natural a uno de exportación. No podemos saber hasta qué punto Estados Unidos busca mantener la cohesión de las sanciones de sus socios europeos o está lucrándose de un conflicto internacional y de sus lazos diplomáticos con la UE.
Pese a ello hay límites en cuanto a la compensación que se puede ofrecer a las economías gravemente perjudicadas por la campaña de sanciones, y la diversidad de socios comerciales e intereses empresariales de Rusia. Esto significa que habrá ocasiones en las que un socio sancionador se sentirá excesivamente agobiado.
Por esta razón, es esencial un sentido de sacrificio compartido y de reparto de la carga, en particular dentro de grupos regionales como la UE, donde las decisiones sobre las sanciones se toman consensuadamente en el seno del Parlamento Europeo.
Esta dinámica también explica por qué el backfilling (la práctica de entrar en los mercados abandonados por otros en respuesta a las sanciones u otros instrumentos políticos) de China, India y otros países ajenos a la esfera occidental, se trata como una amenaza perniciosa para la campaña de sanciones.
El backfillingpuede ser venenoso para una campaña de sanciones porque puede permitir al objetivo satisfacer sus necesidades a pesar de los sacrificios de los países sancionadores. Por ejemplo, durante el periodo más intenso de la campaña de sanciones contra Irán, de 2010 a 2013, los socios de Estados Unidos se mostraron a menudo dispuestos a adoptar ellos mismos medidas sancionadoras si tenían la seguridad de que otros socios cooperarían y de que los saboteadores, como China, no se apresurarían a ocupar su cuota de mercado y obtener beneficios. Por ende, no es de extrañar que Estados Unidos haya convertido en una prioridad el desalentar el backfilling en Rusia por parte de China.
III. CONCLUSIONES: NO NOS SEPAREMOS EN FACCIONES QUE DEBEN DESTRUIR LA UNIÓN DE LA QUE DEPENDE NUESTRA EXISTENCIA
Es cierto que las incertidumbres en torno a la campaña de sanciones no disminuyen sus logros hasta la fecha. Sin embargo, EE.UU. y sus socios no deben olvidar que se encuentran en territorio desconocido, imponiendo graves costes a un país que todavía posee importantes palancas económicas propias, por no mencionar un enorme -y probablemente anticuado- arsenal nuclear.
Putin ya ha dejado claro que considera la campaña de sanciones como una forma de guerra económica y que tomará las medidas necesarias para asegurar la supervivencia de Rusia. A tenor de ello, cabe destacar que Rusia puede causar estragos económicos a escala mundial. Irán, Corea del Norte u otros países sometidos actualmente a sanciones internacionales no.
Esta es la diferencia principal que hace que estemos ante un terreno desconocido por completo. Asimismo, aunque improbable, la disuasión nuclear es una variable a tener en cuenta, especialmente tras el anuncio de Finlandia y Suecia de iniciar los trámites para unirse a la OTAN.
Por tanto, la coalición de sanciones debe seguir siendo prudente y reflexiva en su desarrollo y aplicación. Es probable que esta campaña se alargue en el tiempo, por lo que las potencias sancionadoras harían bien en evaluar los efectos potenciales de todas las medidas antes de aplicarlas. La coalición también debería comenzar a debatir sobre los motivos adecuados para aliviar las sanciones y el mejor orden para su retirada.
También podrían comunicarse de manera informal con Rusia, para que los dirigentes del Kremlin comprendan los costes de oportunidad de continuar la guerra en Ucrania. A su vez, los miembros de la coalición de sanciones harían bien en compartir información sobre sus esfuerzos para contrarrestar el backfilling y coordinar los enfoques diplomáticos hacia los actores que tratan de socavar el régimen de sanciones.
En añadidura, la coalición debería elaborar planes para sustituir los bienes que se obtenían previamente de Rusia y Ucrania y que han dejado de estar disponibles debido a la guerra o a las sanciones. No hay forma de evitar los trastornos económicos derivados del conflicto, pero identificar formas de compartir la carga de estos trastornos y reducir sus costes contribuirá en gran medida a preservar la coalición.
Por ello, no cabe más que recordar que «unidos; resistimos. Divididos; caemos. No nos separemos en facciones que deben destruir la unión de la que depende nuestra existencia».
Original de The Political Room
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