Por: Moises Garduño
Las consecuencias del conflicto ruso-ucraniano en Oriente Medio son multidireccionales, especialmente en el mundo árabe. No todos los actores en la región reciben los mismos efectos, ni tienen la posibilidad de capitalizarlos a su favor. Mientras los países más pobres están experimentando inseguridad alimentaria, alta inflación y falta de atención médica, los países ricos, los petroleros, particularmente, intentan capitalizar los altos precios de los combustibles para comprar armamento y evitar poner en riesgo su estabilidad política. ¿Qué consecuencias tiene la guerra en Ucrania sobre los Estados de Oriente Medio, especialmente en el ámbito humanitario?
Oriente Medio persiste como el epicentro de las personas desplazadas y refugiadas
Si bien la cobertura mediática del conflicto se ha concentrado en el tipo de armamento utilizado o la difícil situación de los desplazados ucranianos, los efectos de esta guerra no deben hacernos olvidar que Oriente Medio persiste como el epicentro de los desplazados y refugiados en el mundo. De acuerdo con datos de Amnistía Internacional y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, actualmentehay 84 millones de personas desplazadas en el mundo de los cuales 26,6 millones son refugiados. De las personas refugiadas, el 68% pertenecen a países como Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y Birmania y la gran mayoría se queda en tan sólo 10 países siendo Turquía, Jordania y Líbano las naciones que más personas hospedan. Estos datos no son sólo números, sino que significan vidas truncadas, niños que dejaron de estudiar o familias enteras que perdieron todo patrimonio por crisis ajenas a su voluntad. Un 42% de las personas refugiadas en el mundo son niños.
2. La agudización de la inseguridad alimentaria como efecto del conflicto ruso-ucraniano
Esta guerra se relaciona directamente con el riesgo de que se produzcan más protestas sociales en Oriente Medio a raíz de los altos precios y/o la escasez de los alimentos, particularmente el pan. Las operaciones militares en el Este de Europa aumentaron las tarifas para el envío de contenedores y agudizaron las interrupciones de las cadenas de suministro que se habían manifestado desde el invierno de 2021. De acuerdo con el académico estadounidense, Juan R. Cole, “los precios de los alimentos aumentaron no sólo por los mayores costes de la energía, sino también porque “Rusia representa casi el 18% de las exportaciones mundiales de trigo, Ucrania el 16% de las exportaciones mundiales de maíz y ambas naciones el 80% de la producción mundial de aceite de girasol”. Estos datos impactan gravemente en la cesta básica de algunos países en Oriente Medio como Egipto, Líbano, Turquía y Túnez que dependen ampliamente del trigo proveniente de los países en guerra y donde la pobreza ha aumentado de forma drástica en el último año como lo muestran los casos de Líbano o Egipto con tasas de pobreza de 74% y 32,5% en el año 2019 respectivamente.
A raíz de la guerra ruso-ucraniana, los precios de la harina de trigo y el aceite vegetal aumentaron en toda la región. El aceite para cocinar subió un 36% en Yemen y un 39% en Siria. La harina de trigo lo hizo en un 47% en Líbano, un 15% Libia y un 14% en Palestina. Tan solo en Egipto, la inflación llegó al 14,9% anual, por lo que se experimentó un aumento del 29% en el precio de las verduras, 66% en los cereales, 28% en el pan, 24% en el pescado y 22% en el precio de la carne.
3. La crisis en Ucrania invisibiliza otras catástrofes sociales en Oriente Medio
Si bien en Egipto aún hay un margen de acción para subsidiar ciertos alimentos, en países como Líbano el costo de la cesta básica registró un aumento anual del 351%, cuya situación es la más dramática junto con Siria y Yemen, con un aumento del 97% y 81% respectivamente. Ambas están inmersas en un conflicto bélico y su situación ya era frágil antes del conflicto en Ucrania. De acuerdo con el Barómetro árabe, en abril de 2022 se reportó que el 50% de los libaneses aspiraba a migrar debido al alto coste de la vida y a los altos niveles de impunidad y corrupción.
Mientras en marzo de 2022, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial aprobaron préstamos de emergencia para Ucrania por 1.400 millones de dólares y 723 millones de dólares respectivamente, los préstamos que le conceden a Beirut están condicionados a reformas fiscales y a la reestructura de su deuda, a pesar de que el país sufre una crisis aguda de combustible, cortes prolongados diarios de luz, deudas por más de cien mil millones de dólares y una moneda que ha perdido más del 95% de su valor. Sobra decir que tal y como se encuentra Líbano, existen otros países con preocupaciones financieras al límite a raíz del aumento de los precios de los alimentos, como Egipto, Túnez o Pakistán, los cuales pueden dejar de pagar su deuda externa si no se alivian los problemas de inflación, mendicidad, desempleo e informalidad. Otro ejemplo directo de esto es la crisis en Sri Lanka. Todo esto ocurre mientras la atención se centra en el teatro de operaciones del conflicto ucraniano al cual Estados Unidos ha aprobado un nuevo paquete de ayuda militar por 33 mil millones de dólares mientras la ingesta calórica de las personas empobrecidas en Medio Oriente, particularmente en Yemen, Irak y Libia, se sostiene sólo a base de té y pan.
4. El impacto en el aumento de los precios energéticos en los países del Golfo
De acuerdo con el Banco Mundial, los precios del petróleo aumentaron un 55% entre diciembre de 2021 y marzo de 2022, llevando a países como Arabia Saudí a obtener ganancias de 110 mil millones de dólares más en comparación con los 49 mil millones obtenidos en 2020. Sin embargo, el hecho de que países gobernados por dictadores tengan sumas extraordinarias de dinero no es una buena noticia para el resto de los países pobres ni tampoco para los trabajadores sin ciudadanía que habitan en sus territorios, ya que muchos migrantes ven comprometida su capacidad de compra ante el impacto de la alta tasa de inflación que el aumento de la gasolina provoca.
Tomando el ejemplo de Arabia Saudí, el excedente petrolero no es una buena noticia para Yemen porque gran parte de esas utilidades suele convertirse en dinero para la guerra. Arabia Saudí compra armas provenientes de los complejos militares de Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia y Gran Bretaña cuyos dueños son los principales beneficiarios del contexto actual. De acuerdo con el SIPRI, Oriente Medio se consolidó como una de las regiones que más armas adquirió durante el periodo 2016-2019, lo que hizo de Arabia Saudí el mayor importador de armas del mundo.Tal como se puede observar en los datos públicos, aunque Estados Unidos sigue nutriendo el 44,9% de las armas a la región, Rusia ya exporta casi el 20% del armamento, seguido de Francia, Gran Bretaña, Alemania y China, respectivamente.Esto explica, a grandes rasgos, por qué Arabia Saudí, y otros países en situaciones similares como Emiratos Árabes Unidos, han sido muy cautelosos, hasta el momento, en pronunciarse sobre el conflicto ruso-ucraniano. También han evitado la imposición de sanciones a Rusia, rechazando la postura estadounidense contra Putín en votaciones de organismos internacionales y han mantenido comunicación, paralelamente, con China para hacer sinergia con la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Otro caso a considerar es el de Qatar, el cual está desempeñando un papel crucial no sólo por haber sido señalado como “aliado no miembro de la OTAN” en enero de 2022, sino porque actores como Alemania lo observan como un potencial sustituto del gas ruso. A pesar de que hay negociaciones al tiempo de escribir estas líneas entre Alemania y Qatar, donde el Gobierno alemán busca invertir en la ciudad industrial qatarí, Ras Laffan, para acondicionar el envío de gas a Europa, hay que decir que no se trata de un proceso fácil. En realidad, el envío de gas de Doha a Berlín es un proceso que es más caro, lento y peligroso que el gasoducto que conecta Rusia con Alemania.En primer lugar, por los problemas con respecto a la duración de los contratos (Qatar aspira a uno a 20 años que no comprometa sus contratos a futuro con países de Asia como Japón o Corea del Sur que suponen el 75% de sus exportaciones). En segundo lugar, porque no aspira a una transformación energética tan rápida como la que quiere Alemania (quien espera consumir el 100% de la energía renovable para 2035). Finalmente, porque Qatar mantiene un diálogo cercano con Irán, Argelia y Rusia en el marco del Foro de Países Exportadores de Gas, cuya edición más reciente se celebró en Doha en febrero de 2022 y donde cualquier trato es importante para mantener la confianza en este mecanismo multilateral.
5. La ocupación de Ucrania expone el doble discurso sobre la ocupación de Palestina
Finalmente, pero no menos importante, la crisis en Ucrania ha sido utilizada por Israel para impulsar el proceso de despolitización de la cuestión palestina, intentando sacarla de la agenda internacional o tratándola como una cuestión meramente humanitaria. Hechos como ignorar los documentos que tratan la ocupación israelí como un caso de apartheid por parte de instancias como Amnistía Internacional o Betselem, o de ordenar la construcción de más asentamientos mientras recibe acusaciones por el asesinato de la periodista más renombrada de Al Jazeera Shereen Abu Akeleh, acaecida el pasado 11 de mayo de 2022 en Jenin, constituyen una posición israelí perversa. Mientras el Gobierno israelí se asume como un actor neutral en lo ocurrido con Ucrania, no repara en reprimir a los palestinos, quienes viven una situación muy parecida a los desplazados ucranianos en medio de este conflicto. Si bien Rusia es sancionada por ocupar el Donbás, el tratamiento internacional sobre la ocupación ilegal de Palestina es muy distinto, al menos en los medios occidentales.
Uno de los objetivos israelíes para presentarse como supuesto mediador en el conflicto ruso-ucraniano es el mantenimiento del margen de acción estratégico en Siria, donde previa comunicación con Rusia, se ha construido un teatro de operaciones para librar una guerra encubierta con Irán y Hezbolá. Este fenómeno está produciendo dinámicas del conflicto que limitan la presencia iraní en las estructuras de seguridad sirias, algo que Moscú no ve con malos ojos debido al interés que tiene por evitar que Irán reproduzca en Siria su estrategia de penetración o construcción de redes informales que realizó en Irak en la última década.
6. El papel de Turquía
La guerra en Ucrania está repercutiendo en todas las regiones del mundo pero además fomenta el espacio adecuado para ver el recrudecimiento de otros conflictos regionales de “baja intensidad” como las operaciones iraníes-israelíes en Siria e Irak. Además, es interesante la posición de la nación turca en tres niveles de juego distintos: primero como miembro de la OTAN, segundo como promotor del drone más popular del conflicto, el Bayraktar, y tercero como facilitador de la incipiente comunicación entre Zelinski y Putín. Tres papeles desempeñados no para solucionar el conflicto, sino para sacar provecho de él, tal como fue evidenciado en la cumbre de la OTAN de 2022, en Madrid, donde Erdogan desbloqueó la invitación formal a Finlandia y Suecia para ser miembros de la Alianza a cambio de la extradición de personas militantes de organizaciones kurdas calificadas como “terroristas” por el Gobierno de Ankara. Posteriormente, en la reunión del 20 de julio con Rusia e Irán, Turquía solicitó tener un mayor margen de maniobra militar en el norte de Siria donde Moscú y Teherán tienen presencia. En sí, el papel de Turquía es altamente pragmático porque Erdogan está usando su posición estratégica y política en Asia y Europa para fortalecer su propia política nacional dada la enorme crisis económica a la que se enfrenta el gobierno y la posibilidad de celebrar elecciones en 2023. Además, sabe que Europa no puede mediar en el conflicto y, si bien se ha dicho que el Kremlin no necesita mediadores en esta guerra, definitivamente sí necesitará facilitadores para llegar a compromisos deseables a la alternativa de escalar una guerra que parece larga.
Con esto, evidentemente, el conflicto ruso-ucraniano aumenta el riesgo de más protestas populares en todo Oriente Medio. No hay que olvidar que la inseguridad alimentaria y la pobreza han sido factores fundamentales para sacar a la gente a las calles en la región. No sólo por lo que ocurrió durante la llamada Primavera Árabe, sino también en las “revueltas del pan” en los 80, y posteriormente, en las de 2019 y 2020 en países como Sudán y Líbano.
En cuanto a los países con recursos energéticos, está claro que ellos persiguen una estrategia de contener la presión proveniente de ambos lados del conflicto, al tiempo que intentan capitalizar a su favor el contexto de los altos precios de combustible comprando armas a todos los actores que las oferten. Esta maniobra, sin importar que las grandes mayorías en Europa y en otras partes del mundo consuman energía al más alto costo, no solo enriquece a petroleros, productores de armas e intermediarios, sino también promueve una táctica disuasiva para reprimir movimientos disidentes en caso de que haya necesidad de hacerlo gracias a la adquisición de nuevo armamento y tecnología de vigilancia.
Fuente: Esglobal
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