Por: Mikhail Metzel
Las guerras terminan. Muchas, si no la mayoría, terminan con una negociación. Y tal vez eso suceda también con la guerra lanzada por Rusia contra Ucrania el 24 de febrero, aunque un viejo miembro del régimen del Kremlin recomienda no acelerar a Ucrania para que negocie durante el presidente Putin siga con ideas de conquista. “No es momento de sellar la paz”, dijo en una entrevista Boris Bondarev, que hace poco renunció a su posición de funcionario medio en el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso. “Si lo hacen, será visto como una victoria de Rusia”.
Eso solo motivaria al régimen de Putin a aprovechar el alto el fuego para rearmarse y luego reiniciar la guerra, señala Bondarev. “Solo aprenderá con una derrota contundente y total, que sea clara para todo el mundo.”
El argumento de Bondarev es muy convencedor. Sería un desastre, tanto moral como estratégico, si Putin fuese invitado a negociar antes de que sus principales objetivos hayan sido frustrados.
Pero esa verdad transparente hasta para un recién graduado en relaciones internacionales parece escapárseles a figuras más veteranas. El exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger manifestó en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, que los gobiernos occidentales deberían motivar a Kiev a negociar con Putin en los próximos dos meses, así como reconocer concesiones territoriales permanentes de parte de Ucrania, para que el conflicto no se convierta en una desestabilizante “nueva guerra contra la propia Rusia”.
Una idea similar parece cundir en Italia y Hungría, que según se sabe propondrán a la Unión Europea a plantear un alto el fuego y negociaciones de paz durante la cumbre de la semana que viene. Y desde el editorial del diario The New York Times han solicitado al presidente Biden que asesore a Kiev “no perseguir una ‘victoria’ ilusoria”.
Por suerte, esa sigue siendo una opinión minoritaria dentro de la alianza occidental, y así debe ser. Como dejó claro en Davos la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Ucrania debe ganar esta guerra, y la agresión de Putin terminar con su fracaso estratégico”. Por supuesto que la guerra tiene costos terribles para todo el mundo, y debe terminar tan pronto como sea razonablemente posible.
El presidente ucraniano, Volodimyr Zelensky, ha señalado que hablará con Putin tan pronto como Rusia retroceda hasta las líneas anteriores a la guerra, según las cuales controlaba Crimea y una franja de territorio adicional. Zelensky también repite, y con razón, que una paz falsa sería menos que inútil y que hablar prematuramente de un acuerdo no debería implicar un relajamiento de los esfuerzos militares de Ucrania.
Como señalan acertadamente Kissinger y otros, Moscú tiene medios más que suficientes para intensificar la guerra, sobre todo mediante el uso de armas nucleares. Sin embargo, lo más notable de los últimos tres meses de guerra es el poco interés que ha mostrado Putin por confrontar de manera directa con Occidente.
Las “líneas rojas” de la OTAN, tanto públicas y privadas, parecen respetarse. Putin tampoco da señales de estar interesado en un acuerdo como el que Kissinger parece suponer que aceptaría, a diferencia de la anexión total de Ucrania, que Putin ha intentado abiertamente en repetidas ocasiones.
Tal vez la contraofensiva de Ucrania fracase y la situación militar quede empantanada a tal punto que un acuerdo negociado se vuelva inevitable. Por ahora, sin embargo, lo mejor que pueden hacer para ayudar los amigos de Ucrania es acelerar el envío de armamento vital y dejarse de negociar entre ellos mismos.
Extraido de la Nacion
Original de The Washington Post
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