El embargo petrolero de la UE sobre Rusia se ha estancado debido a la falta de consenso entre los 27. Los negociadores prometen que se podría llegar a un acuerdo un corto tiempo. Varios estados miembros, incluida Hungría, rechazan las sanciones que serían demasiado dañinas para sus economías.
Hungría es la más vehemente. Para este país sin salida al mar, que depende de Rusia para sus principales refinerías, el embargo sería devastador, «una bomba nuclear económica», dice el primer ministro. Viktor Orbán estima que se necesitarán cinco años y miles de millones de forintos, la moneda nacional, para transformar las refinerías conectadas al oleoducto Druzhba. Cinco años es mucho más que la excepción de dos años propuesta por la Comisión al país. La visita urgente del presidente de la Comisión el lunes 9 de mayo, seguida de una llamada telefónica ayer del presidente francés Emmanuel Macron, no disiparon las reticencias de Viktor Orbán. En su lugar, trate de llevar su desacuerdo lo más lejos posible. Porque el primer ministro húngaro también se opone a la Comisión Europea en esto.
Su gobierno es sospechoso de corrupción en el uso de los subsidios europeos. Por eso la Comisión se niega a pagarle los 7.500 millones de euros previstos en el fondo de recuperación post-Covid-19. Hace quince días, fue aún más lejos en su pulso al desencadenar un procedimiento que podría acabar privando a Hungría de otros fondos europeos. Para Viktor Orbán, la oportunidad de recuperar el control es demasiado buena. Tiene pocas posibilidades de imponer su propia visión, favorable a la Rusia de Vladimir Putin, pero podría obtener una compensación económica de Bruselas.
Otros países han intervenido para negociar o suavizar la sexta ola de sanciones
A la República Checa y Eslovaquia, otros dos países sin salida al mar, se les han otorgado exenciones temporales del embargo. Bulgaria también exige una ayuda sustancial para mejorar su refinería, que depende de Rusia. Teme los despidos masivos y el aumento de los precios del combustible demasiado alto para su población.
Grecia, Chipre y Malta han bloqueado la prohibición del transporte de crudo ruso por parte de buques que enarbolen pabellón europeo, tal y como preveía el texto inicial de la sexta serie de sanciones. Chipre, que es muy hospitalario con las grandes fortunas rusas, se opone a la prohibición de venta de inmuebles a ciudadanos rusos que también se contempla en esta nueva ronda de sanciones.
¿Está llegando al límite la solidaridad de los países europeos con Ucrania?
Alemania ha insistido desde el principio en el riesgo de recesión que podrían provocar las sanciones. Y este riesgo se ha convertido en la línea roja de todos los debates. Los gobiernos temen la reacción de sus habitantes: por ahora, los ciudadanos europeos se adhieren a las sanciones decididas por los 27, pero podrían desilusionarse rápidamente si la factura les resulta demasiado alta, pues ya están muy afectados por la subida de precios, especialmente combustibles.
Queda por preparar la mente de la gente. Mario Draghi, jefe del gobierno italiano, encontró las palabras frente a su parlamento cuando declaró que había que elegir entre «paz o aire acondicionado». Italia, como Alemania, depende en gran medida del gas ruso para el 40% de sus necesidades. Sin embargo, tanto Roma como Berlín siguen el juego y apoyan el embargo petrolero. En cuanto al gas, ambos países se están preparando activamente para ello. Mario Draghi multiplica sus viajes al exterior para buscar nuevos proveedores. El 10 de mayo estuvo en Washington, recibido en la Casa Blanca por el presidente Joe Biden.
Extraido de RFI