Por: Mauricio Acevedes.
En materia energética, aunque ante la crisis de suministro en Europa, se mencionaron los países de Asia Central como probables fuentes alternativas de suministro de hidrocarburos (Turkmenistán tiene la cuarta mayor reserva de gas y Kazajstán la duodécima reserva de petróleo del mundo). Hay razones que impiden que se convierta en una opción viable, al menos a corto plazo. El primero se refiere a la falta de capacidades técnicas para incrementar la producción, así como para asegurar la logística en los traslados; la segunda pertenece al carácter político, tanto China como Rusia son los principales socios energéticos de la región en su conjunto. Esto responde a la creciente necesidad de China de hidrocarburos, especialmente gas natural, para asegurar el suministro de su creciente industria. Mientras que Rusia, en cambio, busca controlarlos para dominar el mercado energético mundial en un momento histórico sensible por la ruptura con Occidente.
La inversión para la modernización de la industria y la ampliación de capacidades para la conectividad son dos caminos necesarios que no han sido posibles de concretar además de la producción de gas natural, petróleo, carbón y un crecimiento potencial de la energía hidroeléctrica, esta última en el caso de Kirguistán y Tayikistán. Al igual que en las economías del Golfo Pérsico, las similitudes productivas entre los países de Asia Central dificultan el comercio y el intercambio entre ellos, al tiempo que fomentan la competencia intrarregional y aumentan la dependencia del comercio exterior. Teniendo en cuenta que, durante la última década, la inserción de estos países en la economía internacional ha mostrado un lento avance, con la excepción de Kazajstán, y en menor medida Turkmenistán y Uzbekistán, gracias al aprovechamiento de sus reservas de hidrocarburos.
En cambio, en el escenario actual existen variables que modifican el panorama económico. Si bien la región está fuera del radar de las grandes entradas de inversión europea, existe un interés político de los países del CCG en la necesidad de diversificar las inversiones en los sectores de logística e infraestructura, que podrían competir con China, aunque en áreas limitadas. Por otro lado, representan una opción viable para equilibrar la posible dependencia económica a través de contratos de largo plazo con China, abriendo un cierto margen de autonomía para sectores limitados.
En una ruptura con Occidente, Rusia necesita asentarse en una zona a la que históricamente ha estado vinculada de diversas formas, brindándole la seguridad y estabilidad que promete en su discurso, al tiempo que busca el equilibrio con China, en el que la cooperación y la posesión son ejercicios equilibrados. Los países de Asia Central deben gestionar los intereses contrapuestos de otros actores con los que tienen una relación asimétrica, para lo que existen dos caminos posibles: conciliar los intereses divergentes de las potencias externas o gestionar proporcionalmente estas divergencias. La primera opción es más compleja, ya que otras potencias también son competidoras y la conciliación a veces no siempre es posible, o al menos no depende de las repúblicas centroasiáticas, por lo que la búsqueda de contrapesos podría lograrse a través de la proporcionalidad para lograr un equilibrio y progresivamente aumentar la diversificación comercial. Hasta el momento no existe una posición estandarizada por parte de las repúblicas centroasiáticas con respecto a China y Rusia, sino más bien posiciones divergentes.
A pesar de ello, existe un objetivo común dirigido a ampliar la capacidad logística para el transporte de mercancías y personas, especialmente por ferrocarril, a partir de la modernización de las antiguas líneas de suministro vinculadas a la Unión Soviética y la construcción de nuevos tramos a nuevos destinos. y el refuerzo de las líneas ferroviarias entre Pekín y Estambul, el desarrollo de una red que cubra las principales ciudades del ateneo asiático como Urumqi, Nur-Sultan, Dushanbe, Almaty, Bishkek, Tashkent, Ashjabat y Teherán, y que al al mismo tiempo, permitir el acceso al golfo Pérsico y al mar Mediterráneo, y establecer carreteras y rutas que toquen proyectos de conectividad en Oriente Medio, India y Pakistán. En este sentido, la Iniciativa de la Franja y la Nueva Ruta de la Seda de China se convierte en la opción más importante, y quizás la única con capacidad para integrar la diversidad de proyectos de conectividad continental, lo que puede traducirse en un mayor desarrollo. a cambio de largas concesiones.
En una ruptura con Occidente, Rusia necesita asentarse en una zona a la que históricamente ha estado vinculada de diversas formas, brindándole la seguridad y estabilidad que promete en su discurso, al tiempo que busca el equilibrio con China. , en el que la cooperación y la posesión son ejercicios equilibrados. Los países de Asia Central deben gestionar los intereses contrapuestos de otros actores con los que tienen una relación asimétrica, para lo que existen dos caminos posibles: conciliar los intereses divergentes de las potencias externas o gestionar proporcionalmente estas divergencias. La primera opción es más compleja, ya que otras potencias también son competidoras y la conciliación a veces no siempre es posible, o al menos no depende de las repúblicas centroasiáticas, por lo que la búsqueda de contrapesos podría lograrse a través de la proporcionalidad para lograr un equilibrio y progresivamente aumentar la diversificación comercial. Hasta el momento no existe una posición estandarizada por parte de las repúblicas centroasiáticas con respecto a China y Rusia, sino más bien posiciones divergentes.
Algunos de los retos para la conectividad son herencia de la geografía, pero el equilibrio geopolítico de potencias periféricas es una condicionante de mayor peso. La región de Asia Central está experimentando nuevas dinámicas con China que, además de la inversión en capacidades de extracción de los recursos energéticos en el mar Caspio —Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán—, ha creado un esquema de cooperación trasversal que incluye diferentes modalidades de inversiones, prestamos, contratos para la construcción de infraestructura crítica. Esto significa variantes del juego de las relaciones entre los países de Asia Central y la cooperación con actores externos, pues estos vínculos no exigen reformas gubernamentales o presiones políticas de algún tipo, requerimientos que solían acompañar acuerdos comerciales y económicos, ya sea con organismos del sistema financiero internacional o como con otras potencias. Es decir, en parte, el pragmatismo económico de China le ha abierto puertas a la economía de Asia Central; sin embargo, la interlocución política permanece en los escritorios de Rusia.
MAURICIO D. ACEVES es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad del Valle de México (UVM), maestro en Seguridad Pública y Políticas Públicas por la IEXE Escuela de Políticas Públicas
Extraido del articulo original, Asia Central: la ruta del orden internacional.
Fuente: Revista Fal
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