Por: Mauricio D. Aceves
La crisis de Ucrania es el epílogo de una historia inconclusa que comenzó hace poco más de 30 años y cuyos efectos transversales en el escenario internacional aún no están claros. Sin embargo, en el momento de escribir estas líneas existen elementos que ya han cambiado la perspectiva regional de Europa del Este y que además constituyen un punto de inflexión para la estabilidad global, provocando así la aparición de riesgos que podrían agudizar otros conflictos preexistentes, complicar la Complejo. las situaciones humanitarias condicionan el desarrollo e incluso modifican el contexto geopolítico, en el que viejas preocupaciones son sustituidas por nuevas prioridades geopolíticas.
En el caso de Asia Central, un corredor que comprende un mosaico cultural que acumula recuerdos de numerosas intervenciones de imperios y que representa uno de los nodos para la fusión de ideas que definieron la historia universal, nuevamente se convierte en un óvalo de gravitación geopolítica, como en diferentes etapas lo detallaron Marco Polo, Carl Ritter, Ferdinand von Richthofen, Arthur Conolly, Halford Mackinder, Robert D. Kaplan, Peter S. Hopkirk, y Zbigniew K. Brzezinski, entre otros, ante la reestructuración profunda del equilibrio internacional que, al igual que en ha sucedido en siglos anteriores, surge en latitudes distantes.
El punto de quiebre alcanzado en Ucrania redefine el sentido de la guerra y la defensa en el planeta y da lugar a un nuevo paradigma de seguridad internacional —que descarta las teorías sobre la influencia de las guerras híbridas como único eje del conflicto, y restituye la Guerra Convencional al Frente: Aumento de la cooperación chino-rusa y aceleración de la multipolaridad a través del surgimiento de potencias emergentes. Quizás sean elementos suficientes para reactivar el Gran Juego, en una región cuyo carácter geográfico está ligado a la conectividad entre el sudeste asiático y el centro de Europa, entre Rusia y el Indo-Pacífico, entre Oriente Medio y el norte del continente, y entre Corredores indio y euroasiático.
La prolongación del conflicto en Ucrania funciona como catalizador de fenómenos de incidencia prolongada y con efectos mucho más generalizados sobre el equilibrio de poder dentro de Asia. Estos cambios están íntimamente ligados a una metamorfosis de las proyecciones geopolíticas respecto a un cambio en el comportamiento de China y Rusia en Asia Central y Medio Oriente. Por otro lado, implica también un giro en la política exterior de los países que forman parte del polígono corazón en busca de una mejor (re)acomodación ante un panorama incipiente, en el que la seguridad y la estabilidad están claramente comprometidas.
Geopolítica de un nuevo orden euroasiático
Rusia sigue teniendo una gran influencia cultural, política y militar en los cinco países, producto de un pasado compartido que se conserva en el presente, mientras que China se ha consolidado como una opción viable para la diversificación económica y como fuente de financiamiento. En otras palabras, los conflictos que involucran tanto a Rusia como a China tienen el potencial de causar un efecto dominó en Asia Central. Por ejemplo, el severo impacto de la espiral inflacionaria sostenida por las sanciones económicas impuestas a Rusia, así como una reducción en el envío de remesas, especialmente en Kirguistán y Tayikistán. A nivel geopolítico, aunque la seguridad está en alerta, principalmente en el Cáucaso, un prolongado conflicto armado en Ucrania y el Mar Negro acabará desconectando Asia Central de Europa, en parte por el aumento de la inestabilidad y la erosión temporal del comercio, sino también debido a una profundización de las relaciones con China y Rusia.
Como legado de la mítica Ruta de la Seda, Asia Central ha sido un camino para el comercio y el movimiento de mercancías, así como de culturas, religiones, ideas políticas e innovaciones entre las fronteras de los puntos cardinales. Hoy no es muy diferente, pero la situación geopolítica se integra en un entorno internacional delimitado por: a) la aparición de distintos polos de inestabilidad, fundamentalmente en Europa del Este y el Pacífico; b) un replanteamiento de la seguridad hemisférica a partir del establecimiento o revitalización de alianzas militares, como es el caso de las AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); c) el aumento del gasto en presupuestos de defensa como tendencia general, y d) el resurgimiento del uso de retóricas que evocan la formación de zonas geopolíticas de influencia. Es una lista de nuevas configuraciones que sugieren cambios de jugadores, la formulación de nuevas reglas y la aparición de objetivos alineados a una dinámica internacional sin precedentes. En este nivel, la expansión económica y la ventaja logística vinculadas a la cadena de suministro global están cada vez más vinculadas al ámbito de la defensa y la seguridad nacional.
En el renglón de la seguridad y el mantenimiento de la paz, Afganistán e Irak representan una franja territorial de inestabilidad con implicaciones en un radio que puede expenderse dramáticamente. En Irak, la incapacidad de consolidar gobiernos y la sombra de perpetuos movimientos insurgentes ha propiciado un entorno favorable para la reconstrucción de grupos radicales, como el Estado Islámico, Al Qaeda o el EI-K (la rama afgana del Estado Islámico), la aparición de nuevos actores y una nueva ola de violencia en el corredor que contempla las inmediaciones fronterizas al norte de Irak y Siria. En el caso de Afganistán, al menos 23 millones de personas padecen de inseguridad alimentaria, mientras que 24.4 millones requieren de apoyo humanitario —circunstancia empeorada por fenómenos climáticos adversos y el aumento precipitado de los precios de combustibles y cereales, como consecuencia indirecta de la crisis en Ucrania—, mientras que prevalece un cuadro de inestabilidad que ha sido un riesgo latente para los países de Asia Central, principalmente para Tayikistán. Por otro lado, estimula la crisis migratoria internacional.
Adicionalmente, aún hay cronologías inconclusas de conflictos étnicos en Abjasia, Osetia del Sur, Chechenia, Nagorno Karabaj, y también conflictos vivos en la misma Ucrania, Moldava, Georgia y nuevamente en Chechenia. En el caso de los países de los Balcanes, Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia atraviesan un momento de división respecto a las posiciones respecto al conflicto en Ucrania, escena que corre el riesgo de trasladarse más allá de la costa oriental del mar Negro. A pesar de que estos focos de riesgo se encuentren en la periferia de Asia Central, son piezas importantes en el rompecabezas regional y cuyos desenlaces están condicionados a la interpretación de probabilidades y corren el riesgo de escalar ante la prolongación de la guerra en Ucrania o incluso ante los términos de una etapa de posguerra debido a la alteración de factores en el mapa.
Por su parte, Estados Unidos ha logrado concretar alianzas estratégicas a partir de 2001 en Asia Central, inicialmente con Uzbekistán. Sin embargo, tras la retirada de Afganistán en agosto de 2021, la formulación de nuevas primicias relacionadas a la seguridad internacional ha provocado un distanciamiento con Asia Central y el Medio Oriente, también reflejado por la retirada escalonada de Irak y Siria. En la cumbre del 10 de octubre de 2021 en Moscú, los enviados especiales de Afganistán, China, la India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Turkmenistán se reunieron a fin de limitar el impacto de la crisis en Afganistán. Desde entonces, la participación de Estados Unidos o de los miembros de la OTAN en cumbres de seguimiento en relación con la situación en Afganistán ha sido limitada, siendo Catar y Turquía los dos vínculos diplomáticos, que además han sido ejes para proporcionar apoyo humanitario internacional, aunque han sido ciertamente relegados en las cumbres de ministros de Vecinos de Afganistán, el principal órgano regional para el tratamiento de la evolución de la situación afgana.
Otros actores como la India, Irán, Pakistán, Turquía —país de gran incidencia cultural y política elementalmente en Uzbekistán y Turkmenistán— y los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) buscan tejer lazos económicos y políticos, así como sumarse a proyectos de logística y conectividad, de expansión económica e inclusive a aparatos de seguridad colectiva, instancias que representan el boceto de la estructura de un nuevo orden continental de la próxima década. Entre los proyectos, quizá la Iniciativa del Cinturón y la Nueva Ruta de la Seda de China sea el más emblemático y ambicioso, pero en el que también destacan, entre otros, organismos e iniciativas que componen el diagrama geopolítico de Eurasia, como la Unión Económica Euroasiática, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la Asociación Económica Integral Regional, la Organización para la Democracia y el Desarrollo Económico, el Tratado de Libre Comercio de la Comunidad de Estados Independientes, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva o la propia Organización de Cooperación de Shanghái.
MAURICIO D. ACEVES es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad del Valle de México (UVM), maestro en Seguridad Pública y Políticas Públicas por la IEXE Escuela de Políticas Públicas y diplomado en Dirección de Operaciones de Inteligencia y Contrainteligencia por el Campus Internacional para la Seguridad y Defensa.
Extraido del artiuclo original: Asia Central: la ruta del orden intenacional. Original de revistafal.com
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