Por: Rafael Nuñez
Desde el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania en febrero de este año, las perspectivas de la economía mundial se han oscurecido, lo que obligó a los principales economistas y a la Organización Mundial del Comercio (OMC) a reevaluar sus proyecciones comerciales.
La OMC prevé actualmente un crecimiento del volumen del comercio de mercancías del 3 % para 2022, en comparación con la previsión anterior del 4,7 % y el 3,4 % para 2023. El impacto económico más notable de la crisis ha sido el aumento de los precios de las materias primas
Aunque Rusia y Ucrania tienen una pequeña participación en el comercio y la producción mundial, ambos países son importantes proveedores de bienes esenciales, como alimentos, energía y fertilizantes, cuyo suministro se ha visto seriamente afectado por la guerra. Obstaculizar los envíos de cereales a través de los puertos del Mar Negro y el Mar de Azov tiene consecuencias nefastas para la seguridad alimentaria de los países pobres importadores netos de alimentos.
Asimismo, el comercio de servicios se está viendo afectado por el conflicto en Ucrania, en particular el sector del transporte aéreo de pasajeros. Como es sabido, las guerras provocan un inmenso sufrimiento humano, y el conflicto entre Rusia y Ucrania no es una excepción, pero también dañan la economía mundial. El impacto de esta guerra se siente en todo el mundo, especialmente en los países de bajos ingresos, donde los alimentos representan una mayor parte del gasto familiar.
Como consecuencia de la reducción de la oferta y del aumento de los precios de los bienes y materias primas, gran parte de los países del mundo se verán obligados a reducir la demanda de alimentos, poniendo en riesgo su seguridad alimentaria, que no debe ser permitió déjalo ir y evítalo, se necesita una acción urgente y coordinada para ayudar a las economías vulnerables a hacer frente a las crecientes amenazas a la seguridad alimentaria, y esto requeriría proporcionar asistencia alimentaria y financiera de emergencia a las familias pobres y las instituciones internacionales deberían centrarse en implementar un comercio abierto, justo, equitativo y transparente, fundamental elementos del nuevo orden mundial.
Actualmente, las amenazas más inminentes se centran principalmente en la interacción de los flujos de exportación, especialmente de granos y oleaginosas, bienes producidos en grandes cantidades por Rusia y Ucrania, sumándose a esta situación, la implementación por parte de Kiev de un sistema de licencias de exportación de trigo, maíz y concesiones y aceite de semilla de girasol; mientras que las exportaciones de cebada, centeno, avena y mijo están prohibidas.
A todo ello se suma la destrucción de infraestructuras, daños en instalaciones portuarias, vías férreas y silos de almacenamiento. Las consecuencias de la salida del Reino Unido de la Unión Europea seis años después.
En otro orden, los cultivos de cereales y oleaginosas de Ucrania corren el riesgo de verse gravemente afectados y comprometidos para 2022-2023, lo que sin duda agravaría la escasez de oferta exportable, además de la baja disponibilidad de combustible, insumos agrícolas y mano de obra, lo que afectaría el proceso de fertilización de cultivos de primavera e invierno en ese país. Paralelamente, es poco probable que las exportaciones de India, Estados Unidos, la Unión Europea y Brasil compensen la falta de envíos desde el Mar Negro durante 2022, por lo que se espera que los aumentos de precios reduzcan la demanda de trigo, maíz y centeno.
Asimismo, el conflicto armado ha aumentado la preocupación por la tensión en las cadenas mundiales de suministro de fertilizantes, agravada por las restricciones al transporte marítimo en la región, y las sanciones impuestas por los países occidentales a Rusia y Bielorrusia, los dos principales proveedores de fertilizantes fosforados, nitrogenados y potásicos.
Otro elemento que se suma a todo este problema es la subida de los precios del gas natural, material imprescindible para la fabricación de fertilizantes nitrogenados, lo que repercutirá en aumentos de los costes de producción y de las superficies cultivadas.
Además, la producción de algunos bienes en los países sudamericanos se ha visto seriamente afectada, como el caso de la soja, que cayó un 5% en 2021-2022; aunque en India la producción de arroz creció un 1% en el mismo periodo, pasando de 514 millones de toneladas a 518 millones de toneladas.
Para remediar la crisis alimentaria, comercial y financiera, el Programa Mundial de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deben actuar de manera conjunta y coordinada para ir en auxilio de los países más pobres, especialmente de aquellos donde su población vive con un promedio de uno y dos dólares al día.
