Por: Miguel Martinez
Las repercusiones no son las mismas para toda América Latina. Varían según aspectos políticos, económicos y geográficos. ¿Dónde impactan más directamente? Ponemos la lupa en las diferentes zonas de la región.
La invasión rusa a Ucrania implica un replanteamiento del orden internacional del que muy probablemente América Latina no podrá escapar. La escalada de tensiones que se viene gestando entre potencias democráticas (encabezadas por Estados Unidos) y potencias autoritarias (con China a la cabeza y Rusia como actor más agresivo) tiene un fuerte impacto en nuestra región a varios niveles: diplomático, económico, culturales, etc.
Y aunque el primer impacto posiblemente tenga que ver con el aumento del precio de las materias primas, de las que América Latina es un importante exportador, también es necesario examinar cómo el enfrentamiento armado en Ucrania podría tener un impacto más específico en cada uno de nuestros países, ya que, si bien tienen profundas similitudes generales, también presentan importantes diferencias entre ellos.
Régimen político y orientación geoeconómica
¿En qué aspectos se manifiesta dicha heterogeneidad y cuáles de estos aspectos son los más relevantes para entender la diversa forma en que la agresión rusa puede afectar a nuestros países? A nuestro juicio, la variable fundamental en este sentido es el tipo de régimen político que rige en cada Estado, pero su valoración no puede obviar una serie de circunstancias y factores de carácter geopolítico y geoeconómico que inciden de forma diferente en cada caso.
De la combinación de estos factores podemos extraer algunas consideraciones preliminares que, sin ser exhaustivas, sí nos permiten al menos ofrecer un panorama general de la situación y hacernos una idea de lo que se puede esperar a corto y medio futuro.
En cuanto a la variable fundamental —el tipo de régimen político—, observamos que América Latina no es una excepción dentro de la regresión autoritaria general que vive el planeta. Según el más reciente estudio anual de V-Dem, varios países latinoamericanos han visto deteriorada su democracia en los últimos años.
A pesar de ciertos retiros ocasionales, Uruguay, Chile y Costa Rica continúan presentando la más alta calidad democrática, mientras que la mayoría de nuestros países se ubican en niveles medios debido a las deficiencias registradas en varios aspectos de sus democracias. Por su parte, Cuba, Venezuela y Nicaragua califican abiertamente como autocracias, y seguramente no es casualidad que estos tres países sean los que, al menos políticamente, han estado más cerca del régimen de Vladimir Putin.
Caribe
En efecto, a pocas semanas de emprender la invasión de Ucrania, Moscú dijo que no descartaba dar visibilidad a su actividad militar en esos países, hasta ahora concentrada en la venta de armas, la cooperación técnica y la presencia de personal ruso en esos territorios latinoamericanos. —incluidos miembros del grupo Wagner, un actor teóricamente privado, pero con fuertes lazos con el estado ruso—.
Si la relación privilegiada de Rusia con Cuba se remonta a la década de 1960, ahora Venezuela es el país que viene sirviendo de verdadera cabeza de playa para el progresivo aumento del perfil de Rusia en el continente americano. Su considerable extensión geográfica (más de 900.000 km2), la abundancia de recursos naturales y la larga frontera con Colombia —principal socio de la OTAN en América Latina— permiten imaginar los riesgos que entraña este vínculo.
La reportada presencia en la frontera colombo-venezolana de drones Orlan 10 y radares móviles P-18, ambos de fabricación rusa y aptos para diversas tareas de guerra electrónica, ha llevado a Bogotá a expresar oficialmente su malestar con Moscú.
En términos geográficos, los vínculos entre Rusia y América Latina parecen concentrados principalmente en el Mar Caribe, la primera de las tres zonas geopolíticas y geoeconómicas en que dividimos América Latina para los efectos de estas breves consideraciones. No deja de llamar la atención la forma en que Estados Unidos, históricamente muy celoso del control de esta cuenca marina, ha mostrado una desconfianza más bien escasa ante el avance ruso. En las últimas dos décadas, tanto las capacidades como las intenciones de Rusia en el Caribe parecen haber causado poca preocupación en Washington. Pero es posible que la guerra en Ucrania aumente las tensiones y que en este momento se estén gestando posibles cambios.
América del Sur atlántica: Mercosur
A ello habría que añadir que gobiernos en principio democráticos, ubicados en la Sudamérica atlántica —la segunda zona geográfica a la que nos referiremos aquí, coincidiendo en gran medida con Mercosur—, no tuvieron reparos en retratarse con Putin cuando ya las labores de inteligencia de la OTAN advirtieron de la alta probabilidad de una eventual invasión rusa a su vecino ucraniano.
Los encuentros del máximo funcionario ruso con presidentes ideológicamente distantes, como Bolsonaro y Fernández -quien ofreció a Argentina como puerta de entrada a Rusia en la región, apenas tres semanas antes de la agresión de Moscú contra Ucrania- parecen demostrar que la no se trata tanto de la izquierda y la derecha, sino del grado de claridad que existe, o no, sobre la necesidad de defender el modelo occidental de democracia liberal.
Más allá de estos coqueteos diplomáticos, que algunos calificarán de frívolos, ¿existe un interés específico de esta Sudamérica atlántica por vincularse con Rusia? ¿Se busca, por ejemplo, una mayor cooperación en materia energética y en la compraventa de armas y fertilizantes —cooperación como la que ya existe, por ejemplo, entre Rusia e India—? ¿O tal vez se trata de fortalecer los lazos diplomáticos con potencias que, a diferencia de las potencias occidentales, no cuestionan lo que hace cada gobierno dentro de sus fronteras?
Suponiendo que el campo de especulación es aún muy amplio al respecto, lo que se puede esperar es que estas aproximaciones tiendan a moderarse en el contexto que ha desatado la guerra en Ucrania.
La Fachada Occidental: Alianza del Pacífico
Finalmente, nos referiremos a una tercera zona geopolítica y geoeconómica que se corresponde en gran medida con la fachada latinoamericana hacia el Océano Pacífico y, por tanto, con la Alianza del Pacífico.
En esta zona, cuyo comercio exterior está muy claramente repartido entre Estados Unidos y China, la posición diplomática imperante se ha caracterizado por una condena general a la guerra y por llamar a la búsqueda de soluciones pacíficas al conflicto.
Los países que integran este espacio latinoamericano se encuentran, en general, políticamente situados bajo la órbita de Estados Unidos, aunque la creciente influencia comercial de China empieza a repercutir también en el plano político.
En conclusión
Con base en lo anterior, y asumiendo que la velocidad con la que pueden desarrollarse los acontecimientos desaconseja las conclusiones finales, creemos que la crisis del orden internacional provocado por la guerra de Ucrania enfrenta a América Latina con la necesidad de revisar sus prioridades. Los crecientes lazos económicos con China o Rusia no deben arrastrar a nuestra región hacia un deterioro de la democracia que tanto ha trabajado por forjar.
Asimismo, nuestros gobiernos tendrán ante sí el desafío de evitar los errores del pasado, evitando que los ingresos extraordinarios que posiblemente impliquen una nueva alza en el precio de las materias primas se consuman en otra ola de gasto, inflación y bonanzas temporales.
Por otro lado, es de esperarse que las mayores repercusiones de la guerra de Ucrania para América Latina se den donde la influencia rusa sea preponderante.
Posiblemente entonces, el Caribe es donde debemos mirar en el corto y mediano plazo, con especial atención a la evolución de la diplomacia de Nicolás Maduro y los resultados de las próximas elecciones presidenciales en Colombia.
Dependiendo de cómo se desarrollen estas dos dinámicas, la ya muy compleja frontera colombo-venezolana podría convertirse en un foco aún más preocupante de tensiones geopolíticas, y esta vez más que nunca, con repercusiones hemisféricas.
Miguel Martinez, Doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación.
Original de Dialogo Politico