Por : Jose Guedez
La teoría del «efecto mariposa» nos dice que cualquier perturbación inicial dentro de un sistema tiene grandes consecuencias a largo plazo. El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán al otro lado del mundo, esta es la afirmación más común de esta fórmula matemática que al final afirma que los pequeños cambios llevan a consecuencias divergentes, lo que también nos lleva a concluir que las grandes tragedias puede ser evitar preocuparse o anticipar algunos detalles.
Siguiendo esta idea, no es exagerado decir que, en lo que va de siglo, la eliminación de los límites constitucionales a la reelección de presidentes en los sistemas presidenciales ha sido el aleteo de la mariposa que ha provocado posteriores tormentas y huracanes. Si Hugo Chávez hubiera gobernado Venezuela solo por el tiempo estipulado en la constitución cuando llegó al poder, lo más probable es que años después no hubieran muerto niños tratando de escapar de su país en una balsa o cruzando un río para llegar a otro. El actual éxodo venezolano no se habría producido si en Venezuela se hubiera mantenido la alternancia democrática. Pero, por otro lado, se dejó batir las alas de la mariposa, permitiéndole a Chávez cambiar la regla de la reelección única por la reelección indefinida y perpetua que le sirvió para morir en el poder luego de doce años de ejercerlo de manera absoluta. Un ejemplo que siguieron otros mandatarios de América Latina, que también usaron su poder para cambiar las reglas del juego inicial y eliminar todos los límites, incluido el límite de tiempo.
En ese momento nadie advirtió del peligro de abolir el principio de la alternancia democrática, que estaba incluido en todas las constituciones de los sistemas presidenciales por una razón muy específica, y es que en estos sistemas los jefes de gobierno son a su vez jefes de estado y Como su legitimidad no está ligada a un parlamento, su perpetuidad genera casi siempre el reemplazo de la democracia por el caudillismo autocrático. Por eso cabe la analogía con el batir de las alas de la mariposa, pues pasó tan desapercibida, al punto que aún hoy son muy pocos los que relacionan estos cambios con las tragedias posteriores.
Quizás con un ejemplo más actual se entienda mejor el argumento: Rusia. Cuando Putin llegó al poder a principios de siglo, el límite constitucional también era una reelección, que eludió colocando primero a un presidente títere como sucesor y luego modificando las leyes para ampliar el mandato y el número de posibles reelecciones, que ahora le permitirá gobernar hasta 2036 y acumular casi cuatro décadas de gobierno ininterrumpido. ¿Alguien puede dudar de que, si en Rusia se hubieran mantenido los límites a la reelección, hoy Putin no actuaría como emperador y no se estaría produciendo el genocidio en Ucrania?
Pero no sólo en Occidente no hemos sido capaces de defender el principio de la alternancia democrática y el concepto fundamental de los límites al poder, que se aplican incluso a las mayorías, sino que hemos hecho todo lo contrario. Cuando Evo Morales intentó reelegirse por cuarta vez consecutiva, habiendo incluso perdido el referéndum que convocó al efecto, la Corte Constitucional boliviana y la propia ONU argumentaron que era un derecho humano que el presidente volviera a ser candidato, y luego pasó lo que pasó. Por eso no sorprende que ahora nadie se queje del plan que lleva a cabo López Obrador en México para burlar la norma constitucional de un período único sin reelección que rige desde hace casi un siglo. Ya ha ensayado dos consultas populares, siendo la más reciente el referéndum revocatorio promovido por el propio AMLO contra sí mismo, con el propósito de generar un precedente que luego pueda servir (aunque él lo niega) para consultar sobre su reelección fuera del poder carta constitucional.
Veremos si lo intenta y si se lo permiten. El caso es que la mariposa sigue revoloteando por todas partes sin que nadie se preocupe por las tormentas que puedan provocar después.
En los sistemas parlamentarios se limita el poder porque su legitimidad reside en los tribunales y no en una persona determinada, pero en el caso de los sistemas presidenciales la única forma de limitar el poder es impidiendo una permanencia prolongada e indefinida. Entonces claro, por eso todas las constituciones regularon las reelecciones para limitar el tiempo de un mandato. Esto es precisamente lo que ha comenzado a cambiar en este siglo, provocando un aumento de las tiranías de los caudillos.
Si un gobernante se cree perpetuo, gobernará sin vacilar porque asume que nunca rendirá cuentas, en cambio, si sabe que su mandato tiene un límite de tiempo y que luego será un ciudadano común sin energía, gobernará moderadamente. Esta es la gran virtud de la democracia que, como decía Russel, no garantiza el buen gobierno, pero previene ciertos peligros y evita atrocidades a gran escala. Una virtud que debemos valorar hoy más que nunca y que nos obliga a defender aquellos principios que permiten mantener las democracias, como el principio de alternancia y la duración de los mandatos presidenciales.
Russel incluso aseguró que la libertad individual solo era posible en países donde hay procesos ordenados para el cambio de gobierno. El aleteo de la mariposa al que aquí nos referimos tiene que ver precisamente con la eliminación de estos procesos ordenados y la alteración del consenso constitucional al respecto. Porque, al fin y al cabo, para terminar también con Russel, “la historia del mundo es la suma de lo que hubiera sido evitable”.
Jose Guedez, Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana
Fuente: Politika UCAB