Por: Javier Taeño
Fue el 24 de febrero de 2022 que Rusia inició la invasión de Ucrania. Un mes que se ha caracterizado por los bombardeos, la huida masiva de refugiados y el caos y la destrucción. Este conflicto bélico a las puertas de la Unión Europea ha centrado gran parte del interés mediático y temas como el coronavirus han quedado relegados a un segundo plano.
También otras guerras en el mundo que suman muchos más meses de lucha que esta. Es el caso de Siria, Yemen o, por supuesto, Etiopía. Y es que, en este importante país del este de África, el segundo más poblado del continente, se vive un cruento conflicto civil que se acerca rápidamente al año y medio.
Son combates que están protagonizando, por un lado, las fuerzas del Ejército etíope ayudados por los eritreos; y del otro lado, la provincia rebelde de Tigray, comandada por el Frente Popular para la Liberación de Tigray.
Naciones Unidas señaló en un informe de noviembre de 2021 que las partes involucradas habían cometido graves violaciones de derechos humanos que podrían constituir crímenes de guerra. El organismo destaca que se han cometido asesinatos, violaciones en grupo, detenciones por motivos étnicos, tortura y desplazamiento forzado.
Se da la circunstancia de que el presidente etíope, Abiy Ahmed Ali, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2019, tras resolver el prolongado conflicto con Eritrea y actualmente ha impulsado una salida negociada y diplomática a la guerra de Ucrania. Al mismo tiempo, está masacrando a su propia población, según organizaciones de derechos humanos.
El conflicto está actualmente paralizado, pero la situación de la población civil es cada vez más desesperada, con un 40% necesitada de ayuda alimentaria urgente, lo que se traduce en nueve millones de personas en grave peligro.
Los datos que ha hecho públicos Jan Nyssen, profesor de la Universidad de Gante, son ciertamente preocupantes. Aunque no hay datos oficiales, sus estimaciones apuntan a que aproximadamente medio millón de personas han muerto en Tigray hasta el momento.
Entre 50.000 y 100.000 lo habrían hecho por los combates, entre 150.000 y 200.000 por el hambre y unos 100.000 por la falta de atención médica. Y como advierten las organizaciones internacionales, es probable que las cosas sigan empeorando. Y es que las fuerzas gubernamentales están impidiendo la llegada de ayudas alimentarias y medicamentos, lo que empeora la ya delicada situación de la población civil.
El final del conflicto parece lejano, ya que ninguna de las dos partes parece dispuesta a ceder a sus demandas. Mientras Abiy Ahmed Ali exige el desarme de los rebeldes y que acepten la autoridad de Addis Abeba; El Frente Popular para la Liberación de Tigray quiere una mayor autonomía en la región y la rendición de cuentas por las atrocidades cometidas por el ejército etíope y las fuerzas de Eritrea.
Con el resto del mundo mirando hacia el conflicto de Ucrania, hay pocas posibilidades de que la diplomacia funcione. De hecho, lo que se espera es que, en este callejón sin salida, ambos bandos se rearmen y continúen la lucha.
Mientras tanto, siguen muriendo civiles en un enfrentamiento despiadado que ha sido completamente olvidado por el mundo. Es, una vez más, la historia de nunca acabar.
Original de Yahoo News.