Comprender el surgimiento de la Unión ‘geopolítica’

Por: Riccardo Alcaro

La UE está mostrando un poder ‘geopolítico’ considerable, pero no es seguro que la unidad actual pueda resistir una guerra prolongada en Ucrania o un hipotético debilitamiento del frente transatlántico.

Al ordenar a sus fuerzas armadas entrar en Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, posiblemente cometió el mayor error de su mandato de 22 años. Putin parece haber subestimado no solo la capacidad de Ucrania para resistir la invasión, sino también la determinación de Estados Unidos y sus socios de oponerse a ella. De ser así, como todo parece indicar, la mayor sorpresa para el presidente ruso la recibió de la mano de la Unión Europea.

Unidad redescubierta

La suposición de que la UE no respondería con fuerza a una escalada en Ucrania no era del todo irrazonable. La Unión ha apoyado las aspiraciones europeas de Kiev y ha mantenido las sanciones a Rusia por su anexión de Crimea en 2014 y por la desestabilización de Donbas. Sin embargo, el apoyo ha sido tibio y las restricciones limitadas.

En realidad, varios estados miembros, especialmente en Europa Occidental, optaron por congelar el conflicto no resuelto en Donbass para preservar cierta estabilidad en Europa y continuar cooperando con una Rusia cada vez más intratable en otros frentes. Es muy posible que Putin pensara que estos países se apegarían a esa línea política.

Sin duda, el presidente ruso y sus asesores debieron anticipar que la UE reaccionaría ante una escalada con medidas más duras que las adoptadas en 2014. Sin embargo, Putin también debió pensar que, ante un hecho consumado en Rusia, la cohesión de la UE terminaría derritiéndose.

El cálculo de Putin se basó en el supuesto de que las sanciones habrían infligido un costo significativo también a los estados europeos, que tienen interés en estabilizar los mercados, así como los precios de la energía y las materias primas, sacudidos por la intervención rusa. Los flujos masivos de refugiados desde Ucrania habrían aumentado aún más la presión sobre la UE, que en los últimos años se ha visto más afectada por la migración que cualquier otra cosa. Y si todo esto no hubiera funcionado, Putin estaba dispuesto a recurrir a la intimidación e incluso a las amenazas de escalada nuclear.

La (trágica) ironía es que, si Putin simplemente hubiera reconocido las autodenominadas repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk, la UE habría tenido dificultades para aceptar sanciones de gran alcance y otras medidas restrictivas. Pero una guerra a gran escala aparentemente dirigida a la destrucción de Ucrania como nación independiente ha disipado cualquier duda que pudieran haber tenido los países de la UE. Así, la Unión ha descubierto que puede ser un actor geopolítico.

El ataque a Rusia

La Unión no se ha limitado a condenar la agresión de Rusia contra Ucrania como una gigantesca violación del derecho internacional. También ha interpretado el choque con Moscú en términos normativos, como un choque entre valores: Estado de derecho y libertades, por un lado, y poder y autoritarismo, por otro. Muchos en la UE han enmarcado su apoyo a la adhesión de Ucrania como una forma de asegurar el futuro democrático del país.

Cualquier aspiración persistente de forjar un espacio de seguridad europeo compartido con la Rusia de Putin se ha disipado. Cercanía con Rusia, ya sea por afinidad ideológica –como en el caso del primer ministro antiliberal húngaro, Viktor Orbán–, por oportunismo financiero –Chipre– o por el pragmatismo que subyace. La Ostpolitik alemana e italiana ya no es sostenible. En la UE, Rusia ya no tiene amigos ni socios.

La UE ha demostrado que puede infligir un daño masivo a Rusia. Ha congelado o confiscado los bienes y propiedades de prácticamente todos los oligarcas cercanos a Putin, los miembros más destacados de su gabinete y el propio presidente. Ha desconectado a la mayoría de los bancos rusos del sistema de mensajería interbancaria administrado por Swift, aunque ha hecho excepciones para los pagos por importaciones de energía, que continúan, por ahora. Ha restringido severamente el acceso de las empresas y los bancos rusos a los mercados financieros de la UE, incluido el establecimiento de un límite máximo de 100 000 € para los depósitos de los ciudadanos rusos en los bancos de la UE. Más dramáticamente, la UE ha limitado la capacidad del país para absorber los costos de las sanciones al bloquear el acceso del Banco Central de Rusia a sus reservas de divisas denominadas en euros, que representan alrededor de un tercio, aproximadamente 200 000 millones de euros del total.

La Unión no se ha detenido ahí. Ha restringido drásticamente, y en ocasiones bloqueado por completo, el comercio con empresas rusas clave en sectores como defensa, extracción y exportación de hidrocarburos, aeroespacial, construcción naval, transporte marítimo y terrestre, así como seguros y reaseguros. Se han impuesto severos límites al suministro de Rusia de tecnologías y semiconductores de doble uso, el material clave para alimentar dispositivos electrónicos como teléfonos inteligentes y computadoras. Finalmente, la UE ha cerrado su espacio aéreo a las aerolíneas rusas y ha prohibido a sus propias compañías volar sobre el espacio aéreo ruso.

La ola de sanciones (las medidas de la UE han complementado restricciones similares de los EE. UU., el Reino Unido, Japón y Australia, entre otros) ha seguido aumentando. Las organizaciones culturales y deportivas han prohibido la participación de Rusia. Más importante aún, las sanciones han generado una desvinculación corporativa espontánea de proporciones colosales, con empresas de Europa y otros países.

lugares que abandonan Rusia en masa. En resumen, la UE ha ayudado a excluir a Rusia de los beneficios de la globalización: mercados financieros abiertos, inversión, comercio, viajes, entretenimiento y servicios de información y pagos basados ​​en tecnología.

Mientras tanto, la Unión ha abierto sus puertas a cientos de miles de refugiados ucranianos, a quienes se les ha concedido la libertad de circulación, residencia y trabajo en toda la UE. La Comisión Europea ha reafirmado su compromiso de destinar 1.200 millones de euros de ayuda macroeconómica a Kiev, sin contar las aportaciones de los distintos Estados miembros.

Por último, pero no menos importante, la UE acordó por primera vez en la historia facilitar la transferencia de equipo militar a las fuerzas armadas ucranianas. Una decisión está en línea con la orientación de la mayoría de los estados miembros, incluidos aquellos tradicionalmente reacios a hacerlo, como Suecia y Alemania.

La decisión del canciller alemán Olaf Scholz de aumentar significativamente el gasto en defensa, que no es más que un rearme total de Alemania, es un hito en sí mismo, pero también es probable que anime a otros países a seguir su ejemplo. Esto puede conducir a una política exterior y de defensa más sólida de la UE, si no en términos de políticas de federalización, al menos en términos de una mayor integración de la base industrial de defensa y, potencialmente, de su capacidad de proyección de poder. La visión de la autonomía estratégica europea, defendida durante años por el presidente francés Emmanuel Macron, pronto podría adquirir contornos más claros.

Los límites de la Europa geopolítica

La respuesta de la UE a la invasión rusa de Ucrania ha sido rápida y dura. La Unión ha contribuido a envenenar la economía rusa: quien, el toque lo hará bajo su propio riesgo. Ha neutralizado (por el momento) los flujos migratorios como fuente potencial de problemas, ofreciendo refugio a los ucranianos. Y ha apoyado a la resistencia ucraniana contra los ejércitos invasores. Sin embargo, su supuesta transformación en un poder «geopolítico» tiene límites.

El primero es la guerra misma. Hay rumores de que el ejército de ocupación puede estar al borde del colapso, pero incluso esto no se traduciría automáticamente en el fin de la violencia. Por el momento, Putin no ha dado señales de que esté dispuesto a renunciar a su objetivo original de acabar con Ucrania. Mientras, la guerra se vuelva más brutal, la UE, como EE. UU., se verá atrapada entre dos lógicas igualmente fuertes pero contradictorias: aumentar la presión y la ayuda militar a Ucrania o evitar la escalada entre Rusia y la OTAN.

Como todo el mundo, la UE no tiene realmente una estrategia que vaya más allá de una combinación de presionar a Moscú y ayudar a Kiev. Cómo lidiar con un gobierno ruso que ha dado una vuelta de tuerca autoritaria será más difícil ahora que la UE se ha envuelto en el manto ideológico de defensor de la democracia. Acordar con Moscú puede convertirse en una propuesta controvertida dentro de la Unión, ya que algunos estarían más interesados ​​en poner fin a la violencia, mientras que otros preferirían cortar cualquier vínculo con el Kremlin. No será menos fácil gestionar las expectativas de Ucrania de recibir más ayuda y acelerar su entrada en la UE.

El segundo límite se refiere a la sostenibilidad del régimen de sanciones, especialmente si la UE optara por reducir sus importaciones de petróleo y gas de Rusia. Si la guerra se prolonga hasta el otoño, la Unión puede tener dificultades para obtener suministros de energía alternativos.

El tercer límite es la dependencia de la UE de los EE.UU. La cohesión europea, si bien ha adquirido vida propia, se ha originado en los continuos intercambios de información y en coordinación con una administración estadounidense férreamente atlantista. Sin embargo, la popularidad de Joe Biden lleva meses cayendo. Si los republicanos, muchos de ellos del lado de Trump, obtuvieran el control del Congreso después de las elecciones intermedias de noviembre, el pilar transatlántico de la cohesión de la UE se debilitaría. Y ese pilar podría desmoronarse por completo si Donald Trump, que llamó “genio” a Putin apenas dos días antes de la invasión y nunca ocultó su profundo desprecio por la UE, o alguien como él gana la Casa Blanca en 2024.

Un cuarto límite, el más significativo, se refiere a la absoluta excepcionalidad de la guerra de Rusia contra Ucrania. Hay tanto en juego que los estados miembros de la UE han tenido más incentivos para cerrar filas y apuntar alto que para hacer lo contrario. Pero esto no ha sido así en el pasado: lo más doloroso es el estridente contraste entre la generosa acogida de los refugiados ucranianos y las alambradas con las que se ha recibido a los inmigrantes de otras regiones en toda la UE. Es cualquier cosa menos seguro que la unidad de propósito mostrada en Ucrania pueda trasladarse a otras cuestiones.

En conclusión, la UE ha demostrado un poder «geopolítico» considerable. Ese poder se basa en la unidad, pero no es seguro que la unidad pueda soportar una guerra prolongada en Ucrania o la pérdida del frente transatlántico. La verdadera prueba para la Unión puede estar en el futuro. Pero el precedente de la semana pasada no puede ser ignorado.

Riccardo Alcaro es coordinador de investigación y director del programa Global Actors en el Istituto Affari Internazionali (IAI)

Fuente Política Exterior, Artículo publicado originalmente en inglés en el sitio web del Istituto Affari Internazionali (IAI).