Javier Taeno
La ofensiva de Vladimir Putin contra Ucrania ya ha comenzado y ha llenado de preocupación a la comunidad internacional. Para las grandes potencias, parece un escenario sacado directamente de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética luchaban por su influencia en el mundo.
Sin embargo, para otros países este ataque representa una seria amenaza a su propia existencia. Hablamos, por supuesto, de Estonia, Letonia y Lituania, tres ex repúblicas soviéticas que en su momento ya sufrieron una fuerte represión por parte de Moscú. Y ahora temen ser los próximos objetivos del presidente ruso.
Basta remontarse al discurso de apenas un par de días en el Kremlin para saber que esta posibilidad no es descabellada. Ese día el presidente ruso justificó el ataque a Ucrania hablando del Imperio Ruso y la Unión Soviética. Un pasado que estas tres repúblicas bálticas compartieron.
Cabe recordar que todas ellas fueron anexionadas por Stalin durante la Segunda Guerra Mundial y que no recuperaron su independencia hasta 1991, con la desintegración de la URSS. Su ubicación también es complicada. Todos comparten frontera con Rusia. En el caso de Lituania es a través de Kaliningrado, una región rusa que no está conectada directamente con el resto del territorio, es decir, es un enclave.
En las últimas semanas, los tres han mostrado gran preocupación por la escalada de hostilidades y han abogado por imponer fuertes sanciones a Moscú. Además, tras iniciar el ataque a Ucrania, las tres repúblicas bálticas han invocado el artículo 4 de la OTAN, que se activa cuando un Estado miembro solicita ayuda ante una amenaza a su integridad territorial.
Aunque la proximidad de Estonia, Letonia o Lituania a Rusia es mayor que la de los países de Europa Occidental, no se puede olvidar que su situación de partida es muy diferente a la de Ucrania. Y es que estas tres repúblicas entraron tanto en la Unión Europea como en la OTAN en 2004, siendo miembros de pleno derecho y beneficiándose de su protección.
Es decir, ante un hipotético ataque ruso, estos tres países recibirían asistencia y una respuesta armada de la alianza, algo que no sucede con Ucrania. Parece poco probable que Putin quiera ir a la guerra contra la OTAN, pero el tablero de ajedrez internacional en este momento es extremadamente turbulento y cualquier cosa puede pasar.
Lo cierto es que de momento Rusia ha mostrado poco interés en recuperar estas regiones bálticas, pero en plena guerra todos los escenarios están abiertos y estonios, letones y lituanos temen que el plan ruso sea recuperar influencia en todas las antiguas repúblicas Soviéticas. Cabe señalar a este respecto que el presidente ruso describió el colapso de la URSS como una tragedia.
La conexión de las repúblicas bálticas con la identidad y la historia de Rusia no es tan profunda como la de Ucrania. Tanto cultural como lingüísticamente son muy diferentes, pero no se puede ignorar que han estado bajo la influencia de Moscú durante la mayor parte de los últimos 200 años. Primero bajo el paraguas del Imperio Ruso y luego el de la URSS. También es de destacar que los tres países tienen minorías étnicas rusas, que en el caso de Letonia y Estonia están por encima del 25% de la población total.
Aunque la convivencia ha sido pacífica durante este tiempo y la integración ha sido buena, es cierto que ha habido algunas tensiones, como en el caso de 2007. En Tallinn (Estonia) hubo disturbios por el traslado de un monumento de guerra soviético y estas tensiones se cree que fueron alimentados desde Moscú.
De momento, los países bálticos ya han tomado medidas ante la actual situación de incertidumbre. En el caso de Lituania, se ha declarado el estado de emergencia y en Letonia se han suspendido las licencias de varios canales de televisión rusos acusados de desinformar y difundir propaganda. Además, han mostrado su firme apoyo a Ucrania y han enviado armas y ayuda humanitaria al país.
Habrá que ver cómo avanza el conflicto y qué papel acaban jugando en él estos tres pequeños países.
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