Helen Cooper
Parte de esa fórmula, respaldada por Gran Bretaña, es hacer pública la inteligencia secreta y, por lo tanto, complicar lo que Occidente dice que son los planes de Rusia para invadir Ucrania.
Después de décadas de lecciones de guerra de información del presidente ruso Vladimir Putin, Estados Unidos ahora está tratando de vencer al maestro en su propio juego. En las últimas semanas, la administración de Joe Biden proporcionó detalles de los movimientos de las fuerzas de operaciones especiales rusas en la frontera con Ucrania, expuso un plan ruso para fabricar un video falso de atrocidades para usarlo como pretexto para invadir, explicó los preparativos para la guerra de Moscú, advirtió que una invasión podría dejar un reguero de muertos, y que se sabe que los oficiales militares rusos tienen sus dudas sobre Putin.
Y el viernes pasado, el asesor de seguridad nacional del presidente Biden, Jake Sullivan, dijo a los periodistas de la Casa Blanca que Estados Unidos estaba viendo señales de una escalada rusa y que había «perspectivas creíbles» para una acción militar inmediata. Otros funcionarios dijeron que el anuncio se basó en nueva inteligencia que indica que la invasión podría comenzar el miércoles. Toda esta extraordinaria serie de revelaciones, que implicó hacer públicos los datos nada más recibirlos y evaluarlos, representa una de las revelaciones de información confidencial más contundentes que ha hecho Estados Unidos desde la crisis de los misiles con Cuba, según actuales y ex funcionarios americanos.
Es una apuesta inusual, en parte porque Biden ha dejado en claro en repetidas ocasiones que no tiene intención de enviar tropas estadounidenses para defender Ucrania. En efecto, el gobierno de Estados Unidos está alertando al mundo de una amenaza inminente, no para justificar la guerra, sino para prevenirla. La esperanza es descarrilar los planes de Putin dejándolos expuestos, retrasar una invasión y ganar tiempo para la diplomacia, o incluso darle a Putin la oportunidad de reconsiderar los costos políticos, económicos y humanos de la guerra.
Al mismo tiempo, los funcionarios de la administración Biden dicen que tienen un objetivo más limitado y realista: evitar que Putin justifique una invasión con mentiras, socavar su imagen en el escenario internacional y reunir apoyo para una respuesta más dura.
Bajo la presión de la Casa Blanca, las agencias de inteligencia desclasificaron la información, que fue reportada al Congreso, compartida con la prensa y discutida por portavoces del Pentágono y del Departamento de Estado.
Pero las revelaciones de inteligencia tienen una historia complicada en los Estados Unidos. Antes de la invasión de Irak en 2003, la administración Bush publicó inteligencia que, según los funcionarios, justificaba una acción preventiva, incluidas supuestas interceptaciones de conversaciones militares iraquíes, fotos de laboratorios móviles de armas biológicas y acusaciones de que Bagdad estaba construyendo una flota de drones para lanzar un ataque químico contra los Estados Unidos. Toda la información estaba equivocada, provenía de fuentes falsas, tergiversaba las acciones de Irak y altos funcionarios accedieron a la información sin procesar y vieron lo que querían ver.
Pero la situación actual es muy diferente, dicen en la Casa Blanca. Las afirmaciones de Washington sobre la acumulación de tropas de Rusia fueron confirmadas por imágenes satelitales comerciales de alta calidad, que anteriormente no estaban disponibles. Los detalles de la campaña secretan de desinformación de Moscú coinciden con las campañas anteriores del Kremlin en las redes sociales y han sido rastreados por investigadores independientes.
Pero la diferencia fundamental entre Irak en 2003 y Ucrania en 2022, señalan funcionarios estadounidenses, “es que, en Irak, la inteligencia se usó y desplegó desde este mismo micrófono para iniciar una guerra”, dijo Sullivan el viernes desde la Casa Blanca. “Estamos tratando de detenerlo”.
La actual guerra de la información se desarrolla en una nueva era tecnológica que permite la viralización global de las teorías conspirativas. Al mismo tiempo, la confianza en los gobiernos ha seguido erosionándose, razón por la cual muchos esfuerzos para adelantarse a las operaciones de desinformación rusas se topan con un profundo escepticismo en la sociedad estadounidense.
“Si el gobierno de los EE. UU. sale e informa algo, el público exige de inmediato videos, grabaciones y pruebas físicas”, dijo Glenn S. Gerstell, exconsejero general de la Agencia de Seguridad Nacional de los EE. UU. irreversible, cuyo mayor peligro, por supuesto, es exponer las fuentes de información y los mecanismos para recolectarla”.
Los peligros de exponer fuentes de inteligencia y técnicas de recopilación son muy reales. El Kremlin podría bloquear sus comunicaciones justo antes de una posible invasión.
“No es una estrategia libre de riesgos”, dice Beth Sanner, exfuncionaria de inteligencia que solía informar al presidente Donald Trump. «Si los rusos logran descubrir las fuentes, cambian la forma en que se comunican o simplemente comienzan a comunicarse menos, pueden dejarnos parcialmente a oscuras en el momento más difícil de la crisis, cuando más necesitamos inteligencia».
La nacion